Hoy, Día Mundial del Medio Ambiente, es buen momento para reforzar nuestros compromiso con la huella consciente que debemos plasmar en el planeta.
Probablemente todas las personas hayamos disfrutado de la hermosa sensación de las olas rozando nuestra piel mientras hundimos nuestros cuerpos en la arena; o del frescor del húmedo césped mientras caminamos con los pies descalzos.
Aunque, probablemente, estas sensaciones no nos acompañen a diario como si lo hacen los rayos del sol calentando nuestras mejillas o los cantos de las aves citadinas que escuchamos en medio del bullicio. Todo eso, maravilloso, tan absolutamente grande que nos abraza y nos convierte en una ínfima parte de su ser.
Aunque logremos ignorarlo le pertenecemos, pero tenemos el poder de alterarlo para bien, o para mal. Tenemos el poder de convertirlo en el mejor espacio para habitar y ser felices, o para destruirlo consiguiendo nuestra propia destrucción. Porque somos todos; los humanos, los animales y toda la flora del planeta, grandes y pequeños organismos con funciones esenciales para sostener la vida.
El ecosistema es también el agua, el aire y el suelo, pero el medio ambiente es a la vez la urbanización y la cultura; todo en interacción.
A los humanos nos corresponde la reforestación, la aplicación de medidas de eficiencia energética, el manejo inteligente de los recursos, el manejo de los desechos y la conservación de todas estas maravillas.
Es por eso que cada 5 de junio conmemoramos el Día Mundial del Medio Ambiente, para concienciar a la sociedad de la importancia de proteger al planeta y contribuir con una sostenibilidad real.