El oro de Costa Rica se va por el aeropuerto en lingotes. En los últimos siete años salieron $152 millones (unos ¢79.000 millones) sin dejar aquí ni un colón de impuestos. Y en los últimos seis meses del 2024 el ritmo de decomisos de cianuro de contrabando creció un 2.500%. ¿Dónde y cómo se procesan todos esos kilos de oro? ¿Por qué en Abangares las afecciones respiratorias aumentaron un 250% entre 2019 y el 2023 y cinco de cada diez personas sufren hipertensión? ¿Quiénes contaminan la tierra con cianuro y mercurio en Guanacaste?
—Casi que todo [el material que sacan en Crucitas) tienen que traerlo aquí —nos cuenta Samuel desde el interior de una de las cuevas que han excavado sobre la espalda de un barranco en Calle La Mina, en Las Juntas de Abangares. Esta cueva es una de las minas donde pasamos toda una mañana de junio conversando sobre las piedras con oro que están llegando, en grandes cantidades y desde muy lejos, hasta Abangares. Oro entre las rocas que luego se procesa y se transforma en barras y lingotes.
Pero ese oro todo no se extrae de los rústicos túneles como el que visitamos en Guanacaste, sino que proviene del yacimiento en Crucitas, en San Carlos, a 225 kilómetros hacia el norte.
Samuel no es el único aquí en señalar la llegada de gran cantidad de tierra y rocas “en bruto”, cargadas de pequeñas partículas de oro que llegan desde Crucitas. Con él coinciden el resto de los mineros que entrevistamos durante nuestras visitas a este pueblo guanacasteco de tradición minera, en donde hoy se han instalado patios para procesar con cianuro —casi en directo sobre el suelo— la tierra y la piedra que les traen de lejos.
—A veces llegan en carro, a veces llegan en camiones y a veces llegan en vagonetas —nos había dicho un día antes otro minero.
—Es que casi que en Costa Rica sólo aquí se compra oro— dijo Carlos, uno de los mineros que nos acompañó en la cueva de Calle La Mina.
Un pequeño grupo de empresarios y mineros encontró una salida para aprovechar la abundancia de oro y eludir las denuncias de daño ambiental y los controles policiales que existen en Crucitas: convertir a Abangares en un nuevo nicho donde se procesa y comercializa el gran volúmen del oro ilegal que luego se exporta desde Costa Rica.
El material en bruto lo extraen de los alrededores de la Finca Vivoyet, en Crucitas de Cutris de San Carlos, pero luego los transportan ilegalmente (ya que se trata de mineral extraído por métodos prohibidos por la legislación y transportados sin permisos) hasta este cantón guanacasteco, donde lo procesan, lo compran, lo venden y lo exportan.
La comercialización de este oro por un grupo de empresas y algunos vecinos de Abangares no es para nada invisible ni ajena a las autoridades. Por el contrario, se trata de un negocio millonario:
Esas exportaciones dejaron un rastro documental de más de $152 millones (unos ¢79.000 millones al cambio actual) en los últimos siete años (2017 y el 2024), según datos investigados por La Voz, Interferencia de Radios UCR y el Centro Lationamericano de Investigación Periodística (CLIP) usando registros en poder del gobierno como los Documentos Únicos Aduaneros (DUAS) del Ministerio de Hacienda.
El resultado de esta historia es que, muy probablemente (no existen estudios oficiales sobre el tema) el colapso ambiental documentado ya en Crucitas, sus habitantes y sus fuentes de agua, esté ahora trasladándose a Abangares.
En este cantón guanacasteco, la tradición de extraer artesanalmente oro de sus montañas se vuelve cada vez más ardua y la insaciable sed por el negocio del oro, empujó a muchos a implementar una nueva técnica de procesamiento: fabrican piletas artesanales e ilegales directamente sobre la tierra, y sobre ellas —sin mayor protección para ambiente o las aguas subterráneas— vierten cianuro (uno de los neurotóxicos más peligroso para el ser humano) y así separan el oro de la tierra o de la roca ¿Por qué lo hacen? ¿Cómo traen el oro de Crucitas hasta aquí?
Durante meses, La Voz de Guanacaste e Interferencia de Radioemisoras de la Universidad de Costa Rica (UCR) investigamos cómo opera este negocio, las rutas, los métodos de extracción y las principales empresas y personas implicadas en exportar oro en bultos y maletas que al final salen directamente a través del Aeropuerto Juan Santamaría.
Visitamos comunidades abangareñas, las minas, las rastras y entrevistamos a múltiples fuentes involucradas en la extracción, el procesamiento y la comercialización del oro de Costa Rica, además de expertos y líderes comunitarios en Abangares. Esta investigación hace parte de la alianza periodística Países Minados, realizada en conjunto con Revista Concolón de Panamá y el Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP).
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“Esta mañana, un vehículo que pasó a gran velocidad frente a la delegación de Coopevega en el cantón de San Carlos, llamó la atención de oficiales del Grupo de Apoyo Operacional (GAO) de la Fuerza Pública (…) El automotor era de tipo pick-up, iba conducido por un hombre de apellido Rodríguez, y lo acompañaba una mujer apellidada Rojas, quienes transportaban 17 sacos con aparente material minero y tres piezas de aparente oro. No se descarta que el material haya sido extraído de la zona de Crucitas, en Cutris”.
El comunicado lo envió el Ministerio de Seguridad Pública el jueves 11 de julio. En las fotos es de noche y se ve un pick-up rojo con el cajón cargado de sacos. Atrás, el hombre y la mujer de espaldas custodiados por dos policías.
Y el viernes 6 de septiembre circuló una noticia similar: por el centro de Abangares, un conductor transportaba 16 sacos con aparente material minero extraído de Crucitas.
Durante la investigación, múltiples personas, tanto en Crucitas como en Abangares, coincidieron en existen distintas redes de contrabandistas que transportan el material “en bruto”, es decir, tierra y piedras extraídas en Crucitas, hasta Abangares en donde las procesan y se les extrae el oro que contienen.
Estos testimonios coinciden con hallazgos realizados desde el 2020 por el Organismo de Investigación Judicial (OIJ), que había detectado que en este cantón se procesaba el oro ilegal extraído de Crucitas y de Corcovado, en la zona sur del país.
Sin embargo los decomisos policiales en carretera y la investigación de la Fiscalía de legitimación de capitales que llevó a esta entidad a arrestar a más de 30 personas en el 2020 no lograron detener la explotación del oro. Muchos de los nombres que figuran en el expediente judicial 19-004389-0042-PE que abrió la Fiscalía en este caso, son referidos por los mineros abangareños como algunas de las personas que manejan las piletas de cianuro y el negocio de la exportación.
Algunos de esos nombres aparecen también en la lista de los principales exportadores de oro que La Voz logró construir con datos obtenidos en el Ministerio de Hacienda.
Uno de los mayores exportadores de oro en los últimos dos años es la empresa Metales Abangares J&M S.A. una empresa que, según los registros del Ministerio de Hacienda, exportó $22 millones en oro (¢11.330 millones) y cuya presidenta es Alejandra Maria Morun Almanzor.
El tesorero de esta firma es José Antonio Morun Picado (padre de la presidenta de la empresa), cuyo hermano, José Antonio, Geovanni Morun Picado, aparece —según información suministrada por el Ministerio Público— como imputado en la investigación que impulsa la Fiscalía de Legitimación de Capitales bajo el expediente 19-004389-0042-PE donde se investigan los presuntos delitos de legitimación de capitales y minería ilegal.
En esa investigación también está imputado Yamill Morún Naranjo.
La Voz consultó a Alejandra Morún Almanzor sobre el origen del oro que exportó la sociedad que ella preside, quien expresó que prefería no dar detalles sobre la operación de la empresa ni sobre el origen del oro que exportó esa compañía y nos dijo que hiciéramos las consultas con su padre,Jose Antonio Morun .
La Voz conversó telefónicamente con José Antonio Morun Picado y le consultó sobre las cantidades de oro exportado registradas en Hacienda y sobre cuál es el origen del oro que sacaron de Costa Rica, pero el tesorero de Metales Abangares alegó que no daría esa información por vía telefónica y pidió que se le remitiera un correo formal con la identificación del periodista y del medio.
Se le envió un mensaje a su whatsapp con nuestro correo y le preguntamos por su dirección de correo electrónico para cumplir su requerimiento formal, además se le ofreció sostener la entrevista por una plataforma virtual pero, al cierre de esta nota no había respondido los mensajes enviados.
La magnitud del trasiego de materiales cargados con oro “en bruto” es mayúscula ya que dos meses antes de la detención de aquel pick-up rojo con 17 sacos, la policía también detuvo una vagoneta con otros 250 sacos.
“La mayor incautación de ese tipo de material realizada a bordo de un vehículo desde que existe la minería ilegal de Crucitas”, decía el comunicado de la Fuerza Pública. A agosto del 2024, el decomiso de sedimentos asciende a los 8.000 kilos en 2.636 sacos, según datos del Ministerio de Seguridad Pública.
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A escasos 30 metros de donde conversamos con Carlos y Samuel, en la cueva de Calle La Mina, el río ruge porque ha estado lloviendo en los últimos días y la corriente les recuerda que el invierno es una época difícil para los coligalleros (como se conoce a los mineros artesanales en esta zona).
En los días de lluvias, como ese, el terreno es resbaladizo y usar los compresores y la dinamita es más riesgoso. Pero ellos, aún con lluvia y rayos, se aferran a su búsqueda artesanal del oro en estos cerros a los que van agujereando cada vez más profundo, excavando túneles en lugares cada vez más remotos.
Su ventaja es que Abangares es uno de los cantones del país en donde la minería de oro es legal. Eso, si se practica en forma “artesanal” y “a pequeña escala”, según el Código de Minería de Costa Rica.
Eso los tenía allí aquella mañana de junio. Samuel, de 22 años, había pasado una semana derrumbando las paredes en esta montaña y metiendo la picadura en 200 sacos, unas 300 cajuelas, calcula. Carlos, de 39, y el otro par de muchachos, le están ayudando hoy a sacarlos del barranco. Primero trabajan juntos en fabricar una polea al borde de la cueva. Después deberán hacer otra en la parte superior del barranco.
—Es que casi que a nivel de Costa Rica solo aquí se compra oro — nos repite Carlos.
En el pasado, los mineros de Abangares —así como de otras partes de Costa Rica y de Nicaragua— han ido a Crucitas a buscar oro para aprovechar la tierra cargada del metal dorado. Pero los operativos policiales en la zona han aumentado el riesgo de que les sorprendan en el negocio ilícito y deban enfrentar procesos penales.
También, los policías han desarmado más de 156 tómbolas —una especie de estañones— en las que los coligalleros solían separar la tierra de las pepitas del metal, dicen estos mineros y otros con quienes conversamos para esta investigación.
Antes aquí en Abangares solían procesar el material solo en las “rastras”, unas máquinas similares a un molino, en las que, con un proceso llamado “amalgamación” separan el oro de las rocas usando mercurio, un metal que también consiguen clandestinamente. Y después de ese proceso enviaban el material sobrante (que aún contiene pequeñas partículas de oro y es conocido como “lamas”) a la única planta procesadora de oro que existe en el país y que está avalada por ley para el procesamiento de desechos mineros: Planta La Luz, en Abangares.
Pero como el material en bruto que se obtiene en los alrededores de Crucitas es mucho más rico en oro que el de Abangares —y también porque el de Abangares es cada vez más escaso— ahora los mineros procesan las lamas usando cianuro.
Con ese compuesto, los mineros aprovechan mucho más el oro: con las rastras y el mercurio recuperan hasta un 35% del oro presente en el material bruto, pero con el cianuro la ganancia es de hasta el 95%. Así lo había explicado la directora de Geología y Minas, Ileana Boschini al concejo municipal de Abangares en el 2016.
Pero el uso del cianuro en la minería artesanal, como la que se desarrolla en Abangares, es completamente nocivo, según el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF, por sus siglas en inglés) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
“Aunque la concientización mundial sobre los riesgos asociados al uso del mercurio en el sector de la MAPE [Minería Artesanal y a Pequeña Escala] ha aumentado considerablemente en los últimos años, el uso inadecuado del CN [cianuro] es cada vez más preocupante”, reconocen las entidades en un informe del 2021 sobre el uso del cianuro. “Los riesgos asociados al uso de CN son mayores para las personas, el ganado y la vida salvaje, y las masas de agua (…) Si los compuestos químicos o las aguas residuales con CN se vierten al medio ambiente (en especial a los sistemas acuáticos), esto puede tener consecuencias letales para los peces y otros organismos”.
Los testimonios y las visitas de campo que hicimos en Abangares muestran que ahora aplican el cianuro en piletas o piscinas construidas directamente sobre la tierra, muchas veces sin ninguna membrana que impida que los tóxicos traspasen al subsuelo. Cuando utilizan algo es, como máximo, un plástico que, en términos prácticos y profesionales es equivalente a volcarlo sin ninguna protección.
—Lo hacen directamente sobre la tierra, en una zanja. Digamos… está pasando la quebrada ahí —describe Carlos y señala unos 50 metros hacia enfrente— ¡y el cianuro es un veneno! Y ahora con esta lluvia y todo lo que está cayendo casi todos los días, si hay un derrame ahí y se va pa’ la quebrada…
La salud de los propios mineros corre riesgo, porque el gas cianuro de hidrógeno (HCN) —que surge si se mezcla el cianuro con algún ácido— es extremadamente peligroso. “Si los humanos lo inhalamos, puede rápidamente inhibir la función de la respiración celular, lo que conduce a la asfixia. La exposición severa puede causar dolor de cabeza, coma, convulsiones e incluso la muerte súbita”, suma el informe del GEF y el PNUMA.
El Ministerio de Ambiente y Energía (Minae) ni siquiera profundiza en el uso del cianuro como una técnica de separación del oro. En una “Guía de buenas prácticas en la minería artesanal y de pequeña escala en Costa Rica”, publicada en el 2023, es contundente cuando en el apartado de cianuración se limita a indicar que:
“La cianuración no se recomienda para la MAPE, ya que es un proceso industrial complejo que debe realizarse bajo la supervisión de profesionales autorizados y cumplir con los requisitos y autorizaciones establecidas en la legislación nacional”.
En Costa Rica, el uso y contrabando de cianuro también se está reflejando en el aumento de decomisos policiales. Mientras que entre el 2017 y el 2023 el Ministerio de Seguridad Pública decomisó 10.145 kilos en total (un promedio de 1.428 kilos de cianuro al año), solo entre enero y agosto del 2024 las incautaciones de este compuesto ya ascienden a más de 18.000 kilos.
Es decir, que en estos últimos ocho meses del 2024 el ritmo de decomisos de cianuro de contrabando creció un 2.500% frente al promedio de los años anteriores.
La mayor de estas incautaciones ocurrió el 5 de enero de este año, cuando dos hombres fueron detenidos mientras transportaban 8.000 kilos de cianuro en cilindros en Upala, de Alajuela.
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En la parte superior del barranco donde trabajan Samuel y Carlos, otro de sus colegas mineros (dedicado principalmente a operar rastras) accedió a hablar con este equipo periodístico. No es usual. Muchos de ellos callan ante preguntas, o dicen que no quieren conversar por las múltiples capas de ilegalidad que implica el negocio: la compra y el uso del mercurio, de la dinamita, del cianuro y del mismo oro.
—Yo nunca he ido [a Crucitas]. Me han ofrecido traer materiales y yo siempre he dicho que no, porque igual, como no es legal, ¿verdad? Uno no quiere tener ningún problema —dice él, pero admite que la idea puede ser seductora: a una cajuela de Crucitas se le puede extraer hasta seis gramos de oro, mientras que a una cajuela de Abangares se le extrae, con mucha suerte, medio gramo.
—Entonces vienen y le dicen ‘le traemos 100 cajuelas’, es medio kilo de oro… Uno lo podría procesar, pero es riesgoso. Es, en otras palabras, como trabajar contrabando.
En el pueblo se habla de estas piletas. Y de hecho, algunos ciudadanos se han dedicado a identificarlas y contabilizaron seis terrenos dedicados a esta actividad y elevaron sus hallazgos y reportes al OIJ.
Aunque nadie tiene certeza de cuántas piletas artesanales han surgido en Abangares. Carlos calcula que entre 10 y 20. Una de esas —nos cuentan— está ubicada a la orilla de la carretera en la que estos mineros trabajan, un kilómetro montaña arriba.
Se trata de un terreno ubicado en Calle La Mina y es una las piletas que está incluida, además, dentro de los reportes ciudadanos al OIJ sobre el tema. Durante la visita no pudimos ingresar porque se trata de una propiedad privada.
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—Hay días que sí se mueve mucho material de Crucitas para acá y hay días que no.
Daniel es el que dice eso. Es un minero, enfocado sobre todo en maquinar rastras. Nos recibe en una casa, que no es la suya, en Las Juntas de Abangares. Dice que la última vez que estuvo en Crucitas fue en noviembre del 2023 y que solo “como dos veces” ha procesado material proveniente de allá
—Uno no sabe cómo va a llegar ese material, a qué hora va a llegar ese material, qué día van a llegar, en qué van a llegar, cómo lo van a traer… A como puede llegar a mediodía, pueden estar llegando a las siete —dice Daniel, y agrega que depende de los controles policiales que haya allá, en Crucitas, y en los puntos de la ruta por los que deben pasar.
Pero de algo está convencido: hay que aprovechar el negocio porque los nicas han sido quienes más provecho le han sacado —y con este discurso coinciden todos los mineros con quienes conversamos.
—Yo a muchos les digo, ¿sabe qué?, les digo yo, aprovechen y traigan material. ¡Por lo menos los ticos de alguna forma tienen que agarrar algo!
Él mismo ha recibido material y dice que, cuando lo ha hecho, les cobra igual por procesarlo. Ni más ni menos por ser oro ilegal.
—Normalmente por una hora de (trabajo) las rastras las cobran a ¢3.500, yo cobro las mías a 4.000 porque son grandes —dice y después explica cómo funciona el negocio.
Quien saca el material de Crucitas le paga a alguien para que lo transporte hasta Abangares y haga los contactos aquí para procesarlo. El coligallero se queda con el 70% de la ganancia, mientras el intermediario con el 30%.
—Si sacó 1 millón, a él [transportista] le tocan ¢300.000. Y al dueño del material le toca el resto —ejemplifica con números conservadores, porque dice que realmente lo usual es que se le saquen hasta ¢2 millones de ganancia.
La otra modalidad es que el transportista les cobre un monto fijo por mover el material, que ronda entre los ¢700 mil y ¢800 mil. Ellos contactan a un “bandera” o “campana” que por ¢200 mil es quien vigila el camino que atravesarán para avisar cuándo está libre de retenes.
Precisamente, a inicios de junio el ministro de Seguridad Mario Zamora indicó que detectaron que en la zona de Crucitas operan hasta 538 personas dedicadas a esta tarea de “campanas”. Y más recientemente, el 1 de agosto, la Fuerza Pública detuvo a un “campana”, un nicaragüense que desde el cerro Fortuna seguía con binoculares los movimientos de la policía para alertar a las redes extractoras del oro.
Aún con los riesgos, la apuesta económica sigue empujando a los implicados a jugársela.
—Un mae valiente, que tenga huevos y coraje, puede hacer dos viajes por semana —dice Daniel.
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Daniel no se mete de lleno en el negocio redondo del oro de Crucitas. Primero porque es riesgoso: si lo agarran, le abren un expediente judicial, dice. Segundo, porque crear las piletas artesanales —y populares en los últimos meses— en las que hoy se están procesando con cianuro el material, no es para los mineros más desposeídos.
—El proceso con el cianuro dura 24 horas, tal vez 48 horas, para ya tener el oro en sus manos. En cambio con el mercurio es inmediatamente. Y eso es lo que ha pasado, que esos grandotes —refiriéndose a mineros con más capital— han traído gente que les han enseñado y entonces ya están evolucionando con eso. Claro, son costos que, por ejemplo, uno como pequeñito no tiene una cantidad de terreno grande para uno poderse poner a trabajar, ni tampoco tiene la suficiencia económica para comprar los insumos que se utiliza con eso, o para hacer las famosas piscinas que se utilizan para eso.
Según él, no necesariamente han incursionado en ese método por el apogeo de Crucitas, sino porque también al material de Abangares logran extraerle un poco más de lo usual.
—No es solamente comprar y hacer zanjas y poner plásticos y echar cianuro. No. Hay que hacer un sinfín de cosas y es ilegal hacerlo. Estamos hablando que usted va terminando de gastar, qué se yo, tres, cuatro, cinco millones, y es plata que uno no tiene. Sin embargo, es pequeñita la inversión comparada con hacerlo industrialmente como la planta de La Luz, la única y legal.. Y aparte de eso, como me decía un chavalo: “Mae, y no es solamente el hecho de utilizar las piscinas. Sino también es el hecho de que después de que usted termine, tienes que ir a comprar químicos para poder desechar esa lama”.
El negocio del oro en Costa Rica se revela como muy lucrativo para un pequeño grupo, algunos de ellos vinculados al lavado de activos según la investigación que impulsa desde 2020 la Fiscalía de Legitimación de Capitales, muy peligroso para la salud de los mineros y de los choferes que contrabandean el material en bruto y absolutamente letal para el ambiente y las aguas de Guanacaste.
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También hacen parte de la investigación Países Minados:
Periodistas: Noelia Esquivel Solano, José Pablo Román Barzuna, Ernesto Rivera, Mercedes Agüero, David Chavarría y Hulda Miranda Picado
Fotografía: Rubén F. Román y César Arroyo Castro
Diseño: Carolina Corrales y Miguel Méndez
Arquitecto de datos: Rigoberto Carvajal
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Países Minados es una investigación colaborativa de La Voz de Guanacaste e Interferencia de Radios UCR (Costa Rica), Revista Concolón (Panamá) y el >Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP), que mira a fondo la explotación del oro y sus consecuencias en Costa Rica y Panamá. Con el apoyo del Fondo de Periodismo de Investigación Transfronterizo (FOPIT).