Atletas que marcaron huella en la natación en Costa Rica, como Claudia Poll Ahrens, Marcela Cuesta Jiménez y Manuel Rojas Giralt denuncian a su exentrenador, Francisco Rivas Espinoza, por diversos tipos de agresiones. Además, afirman que han acudido a entidades del ámbito deportivo pero que no les han escuchado.
Era el 21 de julio de 1996. Día de la final de los 200 metros estilo libre en los Juegos Olímpicos de Atlanta. Un minuto, 58 segundos, 16 centésimas… ¡Costa Rica estalló en una celebración! La nadadora Claudia Poll Ahrens lograba la primera y única medalla de oro olímpica en la historia del país.
Entonces vendrían los aplausos, las fotos, las portadas, el reconocimiento nacional e internacional… La máxima gloria olímpica.
Y sin embargo, si pudiera devolver el tiempo, ¿lo repetiría?
“En esas condiciones, jamás, y sé que mi éxito sería mayor con cualquier otro entrenador”, afirma la reconocida nadadora, quien añade que hoy, finalmente, se atreve a denunciar lo que sucedía más allá de las medallas.
Claudia Poll, junto con otras personas que marcaron huella en la natación en Costa Rica, como la exnadadora Marcela Cuesta Jiménez y el exnadador Manuel Rojas Giralt, brindaron una entrevista a Interferencia de Radios UCR en la que afirmaron haber sufrido distintos tipos de agresión por parte de Francisco Rivas Espinoza (nacido como Nicolás Francisco Espinoza Angulo), años atrás, cuando él fue su entrenador.
Estas personas narraron a este medio algunas de las agresiones, pero sobre otras prefieren reservar detalles, aunque sí estaban anuentes a contarlo en procesos de denuncia en instituciones del ámbito deportivo. Sin embargo, en estas no les han escuchado, según indicaron.
De acuerdo con sus relatos, su intención ahora es evitar que otras personas, incluyendo a menores de edad, queden expuestas a pasar por lo mismo.
Añadieron que, por eso, acudieron a instancias como la Federación Costarricense de Deportes Acuáticos (Fecoda), al Consejo Nacional del Deporte (CNDR)—ente jerárquico en el Instituto Costarricense del Deporte y la Recreación (Icoder)— y al Comité Olímpico Nacional (CON). Solo el último hizo un contacto inicial para investigar más el caso, según dijeron a este medio.
La Fecoda nunca les dio audiencia y, de oficio, determinó que el asunto estaba prescrito. Esa Federación no emitió comentarios para este reportaje, aunque se les pidió una respuesta.
Cuesta también remitió un correo al Icoder, pero afirma que solo le cuestionaron por qué lo enviaba a esa entidad.
En el Icoder indicaron a este medio que el correo estaba dirigido a otro ente de índole privado (el CON), que además carecía de contexto pero que, de todas formas, se orientó a la persona sobre a cuáles instancias podía acudir y que siempre se le brindó un trato respetuoso.
Por su parte, el ministro de Deportes, Donald Rojas, señaló que las federaciones son sujetos de derecho privado con personalidad jurídica propia y que el Icoder no tiene injerencia en sus resoluciones.
Mientras que Henry Núñez, presidente del CON (sede en Costa Rica del Comité Olímpico Internacional) confirmó que este órgano sí realizará una investigación por la denuncia.
“Tenemos una Comisión de Deporte Seguro que atiende todo tipo de denuncias, incluyendo abusos sexuales, acoso sexual, abusos psicológico, abuso físico, negligencia y se encarga de darle seguimiento y acompañamiento, en algunos casos asesoría, a denunciantes. También, dependiendo de las denuncias, las trasladamos a las instancias que haya que trasladarlas de acuerdo a las leyes o reglamentos”, explicó Núñez a este medio.
Resaltó que para el CON el tema es de muchísima relevancia. “De hecho es parte de nuestras prioridades como Comité Olímpico tratar de acompañar a personas que puedan haber sido víctimas de de ese tipo de abusos y efectivamente estamos dándoles por lo menos el acompañamiento y seguimiento en ese tipo de situaciones”, indicó Núñez.
Agregó que los resultados dependerán del tipo de denuncias y de lo que se defina tras un debido proceso.
Interferencia intentó conversar con el entrenador Francisco Rivas, quien hoy tiene 75 años de edad, sobre las denuncias en su contra, pero no respondió a las reiteradas llamadas y ni a los mensajes enviados a su número de celular. Se le remitió un correo electrónico y, además, se intentó localizar vía telefónica en el Costa Rica Tennis Club, donde entrena actualmente, pero no fue posible encontrarlo. También se contactó a Betty Zumbado, quien ha sido su asistente por años, y se le explicó el tema. Aunque inicialmente respondió que le daría el recado, luego no respondió más mensajes ni llamadas.

Rivas suma más de cinco décadas como entrenador de Natación. Fue instructor en siete juegos olímpicos y varios campeonatos mundiales, entrenando a las figuras más reconocidas de esta disciplina deportiva.
Romper años de silencio
“Muchos lo sabían, pero nadie hizo nada. Es momento de hablar y evitar”. Así inicia una publicación de Marcela Cuesta Jiménez, publicada en Facebook el 9 de diciembre del 2024.
“En los rincones de mi memoria, aún resuena una pregunta que me hago constantemente como adulta: ¿Por qué nadie habló de lo que sucedía en nuestro equipo de natación?
El abuso constante —físico, psicológico y sexual— era un secreto a voces. Dirigentes, padres de familia y compañeros parecían saberlo, pero el silencio era absoluto. Nadie denunciaba, nadie confrontaba.
Mis padres, a su manera, intentaron protegerme. Recuerdo cómo mi padre detestaba a mi entrenador y cómo mi madre siempre estaba cerca, vigilante. Sin embargo, ni siquiera su presencia lograba romper el círculo de miedo en el que vivía. Tampoco yo hablaba. Las amenazas del entrenador eran tan contundentes que paralizaban mi voz. El miedo me envolvía todos los días, hasta el punto de convencerme de que quedarme callada era mi única opción”.

Desde muy joven, Cuesta fue una destacada nadadora costarricense. Con solo 10 años, impuso marcas y cuenta con récords nacionales en estilos mariposa y libre.
En 1986, con 14 años de edad, logró 10 medallas (siete de oro y tres de plata) en los Juegos Centroamericanos, en Ciudad de Guatemala, y otras dos de oro en los XV Juegos Centroamericanos y del Caribe, en República Dominicana, junto con el equipo de relevos. Un año después, otras tres (una de plata y dos de bronce) como parte del equipo de natación en los X Juegos Panamericanos de Indianápolis, Estados Unidos.
En 1988, integró la selección nacional de natación durante los Juegos Olímpicos de Seúl, Corea del Sur.
Por sus logros, hace unos años fue incorporada a la Galería Costarricense del Deporte.
La carrera de Marcela Cuesta era prometedora. A su corta edad, era muy reconocida como nadadora y obtenía un logro tras otro, como quedó plasmado en notas de medios como La Nación. (Reproducción).
Claramente su carrera crecía y era prometedora, pero se retiró siendo todavía una adolescente. ¿Por qué? Según su relato, esto se debió a las agresiones por parte de Rivas.
“Yo fui la aparte del grupo y esa fue la mayor agresión que se hizo contra mí. Cuando tenía muy pocos años, él de una u otra forma trató de tocarme y yo inmediatamente lo rechacé. Nunca más lo volvió a hacer, pero me llevó a la agresión psicológica”, narró Cuesta.
La excompetidora relató que, por ejemplo, para un torneo en el extranjero, Rivas no fue nombrado entrenador jefe, por lo que él prohibió que participaran. Pero ella, impulsada por su padre, viajó con un asistente.
“Cuando yo regreso, mis compañeras no me hablaron, no puedo recordarme, como seis meses. Yo era la traidora, yo llegaba a entrenar y todo el mundo me hacía un lado, nadie me hablaba. La ley del hielo (…) Entonces va creciendo en mí ese aborrecimiento hacia mis compañeras, que eran igual de manipuladas que yo. Recuerdo cuando Francisco me decía: ‘Es que vos sos brillante, vos sos maravillosa, vos tenés una un talento increíble, pero Dios te hizo estúpida. Vos sos tonta’. Yo me retiré de natación a los 16 años. O sea, yo era una niña cuando todo esto pasaba”.
Cuesta relató que Rivas la amenazaba con que, si contaba algo de lo que ocurría, nadie le iba a creer. “Porque el día que yo me retiré me lo dijo muy claro: ‘Si usted abre la boca, yo la destruyo. Acuérdese que yo soy una gloria nacional y yo la destruyo’”, afirmó que le dijo en aquel entonces el entrenador.
Entonces se distanció de sus compañeras. “Él (Rivas) decidió separarnos. ‘Divide y vencerás’. En el caso de Claudia (Poll) duramos, no sé, 28 años sin hablarnos. Hasta que un día Manolo (Manuel Rojas) intercedió y nos quiso unir. Nos encontramos, me dio un abrazo y las dos lloramos. Es que las palabras sobraban entre nosotras porque nosotras nunca tuvimos un problema, siempre fue él el que hizo el problema. Entonces, a raíz de eso tomé la decisión de hablar”.
Su post en Facebook, publicado en diciembre pasado, explicaba sus motivaciones: “Hoy, con la perspectiva que me da la distancia y la madurez, me doy cuenta de cuán atrapada estaba. Lo que viví no solo me marcó a mí, sino que dejó una lección que creo fundamental compartir. Es por eso que estoy aquí, escribiendo esto. Porque el silencio que me rodeó permitió que el abuso siguiera ocurriendo y no quiero que esta historia se repita”, decía la publicación.
Decidió que acudiría a instancias deportivas, porque valoró que, aunque legalmente muchas acciones podrían estar prescritas, lo más importante era proteger a otras personas. “No puede ser posible que él siga entrenando a niños y adultos”, recordó haber pensado.

Primero acudió a la Federación Costarricense de Deportes Acuáticos (Fecoda). Para ese momento, ya contaba con el respaldo de Poll, Rojas y otra nadadora cuya identidad se reserva para este reportaje. Estas personas le servirían de testigos pero, además, estaban decididas a contar sus propios casos como víctimas de agresiones.
Llenó un formulario de la Fecoda para casos de “acoso y hostigamiento sexual en el deporte”. Ahí detalló que se trataba de hechos ocurridos entre 1978 y 1988, cuando entrenaba en el Club Cariari. Lo envió por correo electrónico el 10 de diciembre del 2024, junto con un texto en el que indicaba que presentaba “una denuncia formal por situaciones de agresión física, psicológica y sexual sufridas por atletas bajo la dirección de un entrenador que ha formado parte de las actividades de la Federación durante varios años”. En el formulario anotó que el entrenador denunciado era Rivas y que se refería a hechos que le afectaron tanto a ella como a otras personas.

“Como exatleta vinculada a las disciplinas de natación supervisadas por dicho entrenador, me siento en la obligación moral y ética de comunicarles los actos que ocurrieron de manera sistemática y que han afectado profundamente no solo a mi persona, sino también a otros compañeros y compañeras”, añadía el texto.
En el correo se mencionaban agresiones físicas como golpes con chancletas, varillas o chilillos, al punto de romper la piel; agresiones psicológicas como humillaciones públicas y comentarios contra la dignidad, restricciones sobre aspectos personales, como pedir permiso para hablar con determinadas personas, cortarse el cabello, apoyar a un equipo de fútbol o relacionarse con nadadores de otros equipos; así como abusos de índole sexual.
En entrevista con este medio, las personas denunciantes relataron que también se daba violencia patrimonial.
“¿Por qué no informé a mis padres de muchas cosas muy graves? Porque él (Rivas) me tenía amenazada, me decía que si mi papá se enteraba, lo mataría (a Rivas) y que él (el papá) terminaría en la cárcel”, añadía Cuesta en ese correo.
El 25 de enero del 2025, la Comisión de Entorno Deportivo Seguro de la Fecoda le respondió que era imposible investigar los hechos denunciados debido al tiempo transcurrido. En la resolución, dicho comité ordenó de oficio el archivo por prescripción y ordenó al Comité Director de la Fecoda que interpusiera una denuncia en el Ministerio Público. El documento está firmado por Randall Fallas Quesada, Allan Ernesto Guido Díaz y Flor Villegas Rodríguez, de dicha comisión.

“No estábamos buscando, o yo no estaba buscando, meter en la cárcel (…) estamos más que claros que era algo prescrito. Pero hay una responsabilidad que tiene la Federación ante los niños de este país y simplemente no les importó. Porque yo leí la respuesta no sé cuántas veces y yo decía: ‘No puedo creer lo que me están diciendo. Entonces, ¿para qué dijeron que denunciáramos si no están haciendo absolutamente nada?’”, reprochó Cuesta.
Claudia Poll también se refirió a esa respuesta: “En la Federación me habían dicho y hablado mucho antes del tema y me dijeron: ‘Entendemos su posición, pero si recibimos una denuncia, nosotros actuamos’. Por eso decidí ser testigo de Marcela, porque confié en que actuarían. Se siguió el debido proceso y nada sucedió. Pero ya no tengo miedo y estoy aquí para contar mi historia”.
“Todas las agresiones posibles”
La denuncia de Marcela Cuesta no solo motivó a Claudia Poll a servir de testigo en los procesos, sino a denunciar que ella también había sido víctima, a hablar sobre aquel llamado “secreto a voces”.
Poll es sin duda la nadadora más reconocida de Costa Rica. A sus 23 años alcanzó la primera y única medalla de oro olímpica del país. Logró otras dos de bronce en los juegos olímpicos de Sídney 2000, tiene cientos de medallas de distintos torneos, así como récords nacionales e internacionales… Pero detrás de todo aquello, había abusos y dolor, según contó en entrevista con Interferencia.
“Yo sufrí todas las agresiones posibles…Todas”, expresó la medallista.
Sobre algunos de los hechos ocurridos, decidió reservarlos para procesos formales de denuncia. Pero también relató algunos episodios para esta publicación.
“Si no han caminado en nuestros zapatos, nadie sabe lo que hemos pasado, y eso va para cualquier otra persona que ha vivido cualquier tipo de agresión. Necesitamos empatía”, inició Poll al leer un texto que preparó para hacer pública esta denuncia.
EN EL SIGUIENTE VIDEO PUEDE ESCUCHAR TESTIMONIOS DE LAS PERSONAS DENUNCIANTES
Poll señaló que tanto a sus contemporáneos como a generaciones anteriores les hicieron creer que solo a punta de sufrir agresiones se alcanzaba el éxito.
“Cada vez que yo cuestionaba, la respuesta era agresión. Comentarios que minimizaban. Cuando yo ya hablé, me dijo que yo me veía oscura y lo que pensé fue: ‘No entiende que ya no más, que esos comentarios negativos no me impactan, más bien me empoderan”.
Según su testimonio, las agresiones ocurrían incluso luego de obtener importantes logros. “Lo primero que hizo cuando gané la medalla olímpica, y está en los medios de prensa, es decirme que qué fue ese tiempo que hice. Era minimizarme”, narró.

“Siempre revisaba mis cosas personales, me robó celulares, investigaba mis redes sociales por años para saber información sobre mí (…) Pagó para que grabaran conversaciones mías y luego me repetía temas de esas conversaciones. Revisó mi basura. Una vez sacó condones usados de la basura de mi casa, les sacó fotocopia y me enseñó y me exigió que le dijera de quién eran. A mi pareja, cuando se dio cuenta que estábamos iniciando una relación, le dijo que se podía coger a cualquiera menos a mí, que yo estaba solo para entrenar. El aislamiento era necesario para evitar que hablara y que contara lo que me sucedía. Con todo esto quiero decir que necesitamos leyes que sirvan de algo. Estas agresiones y abusos no pueden prescribir”, continuó Poll.

“Después de mucho trabajo personal y atención psicológica, entendí que yo fui la que me monté en la banqueta, que yo fui la que competí y que el éxito fue y es mío. No el de un cobarde que para sentirse importante y protagonista necesitaba robar importancia al mío”, añadió.
También detalló que, en tiempos más recientes, Rivas interpuso una orden de alejamiento contra ella, lo cual considera “una manipulación del sistema judicial”.
A Poll la decepcionó la respuesta de la Fecoda ante la denuncia de Cuesta. “Yo fui testigo de Marcela en su denuncia porque Marcela estaba abriendo una puerta. Y yo, al ser testigo, iba a decir ante la Federación: ‘yo viví abuso y viví agresión por años’ (…) A mí me dijeron: ‘si hay una denuncia, nosotros actuamos’. ¿Actuamos diciendo que había prescrito? ¿Y dónde está la parte moral (…) ¿Nos llamaron? ¿Hicieron una investigación? Si por lo menos nos hubieran mandado llamar y ven que es un patrón repetitivo, de acciones en contra de niños, ¿para una medalla olímpica, para vanagloriarse?”, cuestionó.
Cuesta y Poll narraron que incluso consultaron a la Fecoda a qué Fiscalía remitieron el caso, pero que nunca les respondieron. Este medio también hizo la consulta a la Fecoda pero no se obtuvo respuesta al cierre de esta publicación.
En la denuncia ante la Fecoda también participó como testigo Manuel Rojas. Él contó a Interferencia que llegó al equipo del Cariari a finales de 1982, cuando le invitaron debido a que mostraba talento. Al inicio todo transcurría positivamente pero después notó algunas actitudes del entrenador que le afectaban emocionalmente, por ejemplo, lo hacía a un lado o le prohibía participar en actividades en las que tuviese crecimiento profesional, como un campamento o unas olimpiadas, de acuerdo con su testimonio.
“Por muchos años, la agresión mía fue una agresión física, una agresión psicológica (…) En uno de los momentos en que yo iba a competir, habían contratado una masajista para que llegara. Entonces yo le dije a este señor (a Rivas): ‘voy a ir a darme el masaje’. (Afirma que Rivas dijo:) ‘No, tranquilo. Yo le hago el masaje’. No fue masaje, fueron golpes. Yo sentía el puño en mis piernas, los codos en mi espalda, pero no era algo así de terapia, era: ‘lesiónese maldito, lesiónese’”, narró.
Rojas relató que, aun así, pudo tener un desempeño sobresaliente en los juegos centroamericanos de 1986 y 1990. En estos últimos se destacó con nueve medallas (cuatro de oro, tres de plata y dos de bronce). En ese momento llegó a ser uno de los mayores exponentes de la natación masculina de Costa Rica y así lo destacaban los medios de prensa, pero no sentía el apoyo del entrenador, sino todo lo contrario. Incluso recordó que la situación empeoró luego de que tuvo una conversación con un compañero en la que eran críticos de irregularidades que observaban por parte del entrenador, y que quizás alguien pudo escucharlos porque después sintió una represalia: tras regresar de unos juegos centroamericanos de 1990, le informaron que estaba suspendido.

“Pasaron el comunicado de que tres nadadores, en cuenta de este compañero y otra compañera, habíamos sido suspendidos por motivos de indisciplina. No había motivos a nivel deportivo. Era un tema más personal”, expresó Rojas. Él consideró que la intención era callarlo para que no hablara sobre esas irregularidades que observaba.
Rojas tenía 18 años y hasta ahí llegó su carrera de natación.

Claudia Poll lamentó ese momento: “Me duele tanto el tema de Manuel y la manipulación que él (Rivas) ejerció, porque era de los mejores nadadores. Pero él (Rivas) siempre vendió la idea de que solo las mujeres eran buenas en este país”.
Tocar otras puertas
Tras la respuesta de la Fecoda, Marcela Cuesta acudió el 4 de marzo del 2025 a Henry Núñez Nájera, presidente del Comité Olímpico Nacional (CON), en un correo en el que le relató lo sucedido con la Federación.
En el correo indicaba que, “ante la gravedad de los hechos denunciados, las víctimas y personas involucradas (…) “como mínimo, la Fecoda habría abierto una investigación” y les habría escuchado.
Cuesta también señaló en esa comunicación que la prescripción tenía que ser alegada por la persona denunciada y no aplicarse de oficio, pero que, además, “aun y cuando los hechos podrían considerarse prescritos, deben tomar en cuenta aspectos como la capacidad de la víctima para denunciar, momento a partir del cual debería empezar a correr la prescripción”.
También apuntó a que existe riesgo de que hechos similares sigan ocurriendo y la “urgencia que reviste investigar y hacer públicos estas situaciones, con el fin de demostrar un verdadero compromiso con la erradicación de toda forma de acoso y violencia en el deporte”, así como “dejar constancia de lo vivido” y “rescatar la memoria del proceso de los atletas olímpicos que colocaron a Costa Rica en la palestra internacional y cuyos logros se siguen reconociendo años después de alcanzados”.
La exatleta añadió que, dado que el CON cuenta con un programa de deporte seguro, es indispensable conocer lo que ha ocurrido en el pasado para “tomar las medidas que corresponda”.
“La recopilación y rescate de esas experiencias es una deuda histórica con las atletas que, como yo, hemos pasado por estas situaciones”, escribió en su correo.
“Si una vez realizada la investigación correspondiente se determina que no es posible hacer nada a nivel disciplinario, por lo menos las víctimas habrán sido escuchadas y su testimonio podrá servir de apoyo para que otros atletas que estén pasando por algo similar, se sientan acompañados y apoyados para levantar su voz. Por eso recurro al Comité Olímpico Nacional, con la intención que, al menos, se escuche a los testigos, se abra la posibilidad a atletas olímpicos de acercarse y compartir sus experiencias, de elaborar un informe que sirva de base para establecer políticas, protocolos y sobre todo sanciones para quienes incumplan esta normativa”, agregó.
Núñez confirmó a este medio que sí se investigará la denuncia y explicó que el CON, al ser un ente privado, opera completamente aparte de las instituciones gubernamentales relacionadas con el deporte.
“Informamos y le damos seguimiento, pero ya el proceso interno que realice la Federación, que debe hacerlo de acuerdo a la Ley de Hostigamiento Sexual y de Acoso, es interno, igual que el Icoder, que tienen sus propios procesos. Hasta donde entiendo, por ejemplo el Icoder atiende solo temas de hostigamiento sexual pero no de deporte seguro de abuso psicológico, físico, negligencia, entre otros (que sí valora el CON)”, manifestó.
Cuesta también había reenviado ese correo al Consejo Nacional del Deporte y la Recreación (CNDR), ente jerárquico del Instituto Costarricense del Deporte y la Recreación (Icoder) del Gobierno de Costa Rica.
Es por ello que también recibió una respuesta de Luis Gabriel Vargas Chaverri, asesor jurídico del ministro del Deporte y del Consejo Nacional del Deporte y la Recreación. En este, Vargas le preguntaba por qué les habían copiado si la comunicación era para un ente privado, o sea para el CON.
Cuesta le hizo saber que les copiaron debido a la respuesta de la Fecoda. “Me parece que esto es algo que el Consejo debe conocer y tomar las medidas al respecto”, le indicó.
“Estamos hablando de la época de mayor gloria de este país en natación y está llena de lágrimas y sangre ¿y usted (en relación con el Icoder) me dice que no le importa?”, criticó Cuesta al brindar su relato a Interferencia.
El asesor Vargas, sin embargo, defendió ante este medio que él siempre brindó una respuesta respetuosa y con interés de entender el contexto para guiar a la persona usuaria. Argumentó que preguntó “¿con qué fin traslada de la denuncia?”, porque la comunicación era un correo reenviado y dirigido a un ente privado, ajeno al Icoder (el CON). También indicó que él ignora quiénes eran los testigos del caso pues no interactuó con ellos por ningún medio, “por lo que desconozco por qué están molestos”, manifestó vía escrita a este medio.
Vargas añadió que, al conocer que la remitente del correo manifestaba disconformidad con una resolución de la Fecoda, le hizo saber que el CNDR carece de potestad para revisar la resolución que emite una federación, pues no tiene funciones de órgano de apelación. Además, le informó que la ley le permite acudir a la Comisión Institucional contra el Hostigamiento del Icoder o a un juzgado de Trabajo. Agregó que, en su respuesta, también explicó que si su intención era elevar alguna gestión directamente al CNDR, tendría que enviar un documento dirigido específicamente a ese órgano y no un reenvío de correo.
El ministro de Deportes, Donald Rojas, ante consultas de Interferencia, alegó que si bien la Ley contra el Hostigamiento y Acoso Sexual en el Deporte ordenó al CNDR el deber de velar porque las agrupaciones deportivas cumplan con esa normativa, a la vez le dio a las federaciones autonomía “para resolver -internamente- las denuncias planteadas y excluyó al Icoder en sancionar o revisar las resoluciones que emiten las federaciones respecto a este tema tipo ‘apelación’”.
Dicha ley establece que “toda entidad deportiva deberá establecer un órgano interno que admita las denuncias que se puedan presentar. Dicho órgano a su vez deberá establecer una comisión investigadora para que esta realice la investigación preliminar, la cual dispondrá de dos meses para resolver el caso e informar a la Comisión contra el Hostigamiento y Acoso Sexual del Instituto Costarricense del Deporte y Recreación (lcoder) sobre la denuncia recibida”.
Rojas indicó que, por un deber de confidencialidad, no podía detallar si se presentaron o no denuncias sobre el caso puntual en la Comisión contra el Hostigamiento y Acoso Sexual en el Deporte. Por ley, esa comisión debe “recibir y dar seguimiento de las denuncias de hostigamiento o acoso sexual presentadas ante los órganos internos de las entidades deportivas correspondientes”.
El ministro agregó que desde esa institución sí se han tomado una serie de acciones de carácter preventivo sobre el temas, las cuales incluyen propuestas de reformas legales, cambios reglamentarios, campañas de concientización y charlas.
Marcela Cuesta, por su parte, lamentó las reacciones que surgieron desde algunos de los entes a los que tocó la puerta. “De verdad, desde el momento en que yo tomé la decisión de hacer la publicación, yo decía: ‘una sola persona que yo pueda salvar, porque creo que también es nuestra responsabilidad, salvar de una situación de acoso, tanto psicológica, física o sexual, porque las tres son terribles, ya vale la pena lo que estoy haciendo’”, expresó.
Claudia Poll, por su parte, reiteró el llamado a que “los entes gubernamentales, las autoridades deportivas, deben de hacer algo finalmente”.
“Ninguno de nosotros cuando llegamos con 8 o 9 años a querer aprender a nadar, a entrenar, a competir, nunca pensamos que el precio por una medalla olímpica iba a ser la agresión, el abuso diario y constante, el aislamiento. El objetivo claro era tener el éxito y la gloria olímpica y él (Francisco Rivas) vanagloriarse de eso”, expresó la reconocida nadadora.
Poll resaltó que nadie hace este tipo de denuncias por “sacadas de clavo”, sino que es un llamado a tener leyes que permitan escuchar a las víctimas.
“¿Y la moral en esto, la moral de ellos, que han sabido que esto ha sido un secreto a voces, no por años, por décadas, y no hicieron nada (…) Esto es un alto en el camino para todos”, manifestó al dar su testimonio a Interferencia.
“Son como dos mundos. Uno es Claudia la que nadó, la que triunfó, la que lo logró y otra es Claudia la que sufrió en silencio”, expresó.
Créditos de este reportaje:
Coordinación editorial y reporteo: Hulda Miranda Picado
Cámara y guion de video: Natalia Serrano y Sebastián Avendaño
Edición: Sebastián Avendaño
Producción de audio: Paolo Marín






