En resumen: No hay evidencia científica de que comer diferente según el grupo sanguíneo tenga algún efecto beneficioso en la salud, tal como recomendó una médica general en el programa televisivo Buen Día.
La médica Mariana Gómez difundió en Buen Día que los alimentos contienen unas proteínas llamadas lectinas y que estas generan “una reacción inmunológica cada vez que las consumimos de acuerdo a nuestro grupo de sangre”. Es cierto que las lectinas pueden ocasionar malestar, pero esa reacción no depende del grupo sanguíneo.
La idea de seguir un patrón específico de alimentación según el tipo de sangre fue planteada por el médico naturópata Peter D’Adamo en la década de 1990. Sin embargo, dichas recomendaciones carecen de sustento.
Doble Check halló que distintas investigaciones científicas han descartado que el seguimiento de dietas con base en el tipo de sangre de las personas sea beneficioso o contraproducente. El proyecto de verificación español Maldita Ciencia también llegó a esa conclusión desde el 2018.
La médica general Mariana Gómez envió a Doble Check una respuesta donde describe las propiedades de las lectinas, pero no facilitó referencias de investigación científica que sostengan sus recomendaciones puntuales de dietas.
Recomendaciones en Buen Día
La revista matutina Buen Día, de Teletica, divulgó recomendaciones de dietas según el tipo de sangre de cada persona. El 6 de marzo anterior, el programa televisivo difundió una entrevista a Mariana Gómez, quien fue presentada como médica general y “especialista en medicina regenerativa”. Teletica compartió nuevamente la entrevista en su plataforma oficial en Internet.
“Los pacientes con enfermedades crónicas como hipertensión, fibromialgia o diabetes pueden mejorar su salud, significativamente, al elegir alimentos de acuerdo con su tipo de sangre”, destacó Teletica. El medio de comunicación indicó que “existen recomendaciones de qué consumir y también qué evitar, según el grupo sanguíneo al que usted pertenezca, basándose en la Medicina Regenerativa”.
En la entrevista, Mariana Gómez describió que “todas las frutas, verduras, comidas tienen una cosa que se llaman lectinas, y las lectinas tienen una reacción inmunológica cada vez que las consumimos de acuerdo a nuestro grupo de sangre”.
Según la médica general, esa reacción inmunológica varía por el tipo de sangre. “Van a haber alimentos que tengan lectinas que me caen muy mal si soy grupo O, o muy bien si soy grupo A. ¿Qué pasa cuando comemos estas lectinas? La sangre se vuelve más densa; entonces, a nivel circulatorio, todo es más difícil”, añadió Gómez en Buen Día.
Por ejemplo, Gómez define a las personas con sangre tipo O como “el grupo del cazador”. Según la médica general, ese grupo existió hace más de 10.000 años y “lo único que hacían era cazar para vivir, entonces su combustible número uno se llama carne porque su tracto digestivo estuvo acostumbrado a la carne”. Gómez advirtió que, en contraste, los lácteos son contraproducentes en la dieta de esas personas.
La médica general recomendó distintos alimentos con base en los grupos sanguíneos, y sugirió suplementos de vitaminas y minerales para cada tipo de sangre.
Los grupos sanguíneos
El sistema de grupos sanguíneos ABO distingue la sangre humana en varios tipos por “la presencia o ausencia de ciertos marcadores en la superficie de los glóbulos rojos”. Los cuatro tipos principales de sangre son A, B, O y AB. Así lo resume el diccionario del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos.
La superficie de los glóbulos rojos de la sangre está cubierta por cadenas de tres o cuatro azúcares (carbohidratos), que son colocados por enzimas y determinan el grupo sanguíneo. Las enzimas son proteínas especializadas en hacer reacciones químicas en el cuerpo y son determinadas genéticamente. Hay varios tipos de enzimas que colocan azúcares diferentes en los glóbulos rojos. Así, el grupo sanguíneo de las personas es definido por la enzima que coloca el último azúcar en esa cadena.
Una persona será del grupo sanguíneo A si tiene la enzima que coloca el azúcar N-acetilgalactosamina, pues tendrá ese carbohidrato en la superficie de sus glóbulos rojos. Por otro lado, la presencia de la enzima que coloca el azúcar galactosa ubica a una persona en el grupo B. Quienes están en el grupo O carecen de esas dos enzimas y se quedan con una cadena de tres azúcares. El grupo AB posee ambas enzimas, por lo que sus cadenas de azúcares pueden tener N-acetilagalactosamina y galactosa (Jaime & Salinas, 2016). Esas características son heredables.
¿Qué son las lectinas?
Mariana Gómez difundió en Buen Día que los alimentos tienen lectinas y que estas generan “una reacción inmunológica cada vez que las consumimos de acuerdo a nuestro grupo de sangre”. Es cierto que las lectinas pueden ocasionar malestar, pero esa reacción no depende del grupo sanguíneo.
Las lectinas son una familia de proteínas que están en las plantas. Las lectinas son capaces de adherirse a los carbohidratos, incluyendo aquellos que están en la superficie de los glóbulos rojos humanos. Eso puede ocasionar que las lectinas se agrupen y peguen entre sí.
Precisamente, las lectinas eran utilizadas en el pasado para determinar el grupo sanguíneo en los laboratorios. Por ejemplo, las lectinas extraídas del frijol caupí eran empleadas para identificar la sangre tipo A y extractos de las semillas de las griffonias eran utilizados para detectar el grupo B (Khan et al., 2002). Aún así, el uso de las lectinas para ese propósito se daba en condiciones de laboratorio.
El consumo de lectinas puede causar náuseas, vómito, diarrea, inflamación y malestar gastrointestinal si se consumen en altas concentraciones o en personas susceptibles, pero esa susceptibilidad no depende del grupo sanguíneo. Las leguminosas son alimentos ricos en lectinas (frijoles, garbanzos, lentejas), aunque se pueden encontrar en menor cantidad en algunos cereales, semillas y vegetales.
No obstante, esto no quiere decir que las personas deban evitar dichos alimentos, ya que las lectinas se destruyen con el calor. Por eso, una cocción apropiada evita los efectos nocivos de las lectinas. Otras técnicas de preparación como la fermentación y el remojo también ayudan a disminuir la concentración de lectinas de los alimentos (Petroski y Minich, 2020).
Hay condiciones que hacen que una persona sea más sensible a las lectinas, pero no tienen relación con los tipos de sangre. Tal es el caso del síndrome del intestino irritable, en el que las personas pueden tener malestar abdominal, inflamación y malabsorción de nutrientes aunque cocinen los alimentos con lectinas (Panacer y Whorwell, 2019).
No todas las intolerancias a los alimentos son iguales, por lo que deben ser evaluadas individualmente por profesionales expertos. Existen condiciones autoinmunes (como la enfermedad celíaca), alergias alimentarias o intolerancias a nutrientes específicos que se dan por la deficiencia de enzimas digestivas, pero esos padecimientos no tienen relación con el grupo sanguíneo. Una persona intolerante a la lactosa presentará molestias al consumir lácteos, independientemente de su tipo de sangre.
Dieta sin base científica
Doble Check no halló evidencia científica documentada de que comer diferente según el grupo sanguíneo tenga algún efecto beneficioso sobre la salud.
El seguimiento de un patrón específico de alimentación según el tipo de sangre fue planteado por el médico naturópata Peter D’Adamo en 1996. En el libro ‘Eat Right For Your Type’ (coma correctamente según su tipo), el autor asegura que los alimentos contienen lectinas y que estas pueden unirse a nuestros glóbulos rojos según el tipo de sangre (Cusack et al., 2013). Bajo esa premisa, hay que evitar ciertos alimentos según el grupo sanguíneo porque pueden ser dañinos o tóxicos.
Sin embargo, no hay evidencia científica que respalde las recomendaciones de ese autor. En una revisión sistemática publicada en el 2013, un grupo de investigación examinó más de 1.400 referencias documentales y ninguna demostró que haya beneficios al seguir este tipo de alimentación. Tampoco hay sustento para decir que el desapego a ese tipo de dieta implique algún daño o intoxicación por alimentos (Cusack et al., 2013).
En el 2014, investigadores de la Universidad de Toronto, en Canadá, hicieron un estudio con seres humanos para evaluar la adherencia a las dietas propuestas para cada grupo sanguíneo. Cada patrón alimentario mostró mejores indicadores de salud como el Índice de Masa Corporal (IMC), triglicéridos plasmáticos y presión arterial, pero esos resultados no tenían relación con el grupo sanguíneo de los participantes (Wang et al., 2014).
Una investigación del 2018 puso a prueba la validez de la hipótesis de D’Adamo en una muestra de 973 adultos con sobrepeso, que participaban en el Toronto Healthy Diet Study, en Canadá. El estudio evaluó la adherencia a la dieta para cada tipo de sangre durante seis meses: los individuos que siguieron la dieta para sangre tipo A presentaron una reducción del IMC, los que tuvieron más adherencia a la dieta para el tipo B redujeron la circunferencia de cintura, y quienes se adhirieron más a la dieta para tipo O disminuyeron tanto el IMC como la circunferencia de la cintura. Aún así, ninguno de los resultados fue asociado con el tipo de sangre. Los autores llegaron a la conclusión de que no existe asociación entre la “dieta para el tipo de sangre” y los marcadores de enfermedad cardiometabólica.
De manera similar, en el 2021, la revista de la Academia de Nutrición y Dietética publicó un estudio que exploraba los efectos metabólicos de seguir una dieta vegana baja en grasa por 16 semanas. La investigación diferenció a los participantes del estudio según el tipo de sangre, para evaluar si tenía algún efecto en los resultados. En una muestra de 68 personas, no hubo diferencia significativa entre los beneficios de la dieta según el grupo sanguíneo de los participantes (Barnard et al., 2021).
En general, los patrones dietéticos que proponía D’Adamo son considerados saludables, pues incluyen muchos vegetales y frutas y limitan fuentes de grasa saturada. Esas prácticas pueden ser beneficiosas para toda la población, sin importar el grupo sanguíneo.
Además, la intoxicación por alimentos ocurre por ingerir productos contaminados, vencidos o tóxicos. Los síntomas de una intoxicación alimentaria incluyen diarrea, náusea, vómito y fiebre. Tales intoxicaciones se dan por la presencia de patógenos en los alimentos y no tienen vínculo con el tipo de sangre. Por eso, la higiene y el manejo apropiado de los alimentos pueden evitar las intoxicaciones.
¿Suplementos para cada tipo de sangre?
Los suplementos son productos con vitaminas, minerales o concentrados herbáceos que están diseñados para aumentar la ingesta de ciertos nutrientes. Una persona puede estar deficiente de algún nutriente porque la dieta no le proporciona una cantidad adecuada o por tener necesidades aumentadas, como en el caso de embarazadas o deportistas de alto rendimiento. Como la dieta de todas las personas es diferente, no es posible generalizar cuáles suplementos necesita un individuo según su tipo de sangre.
Además, es posible resolver las deficiencias de nutrientes haciendo modificaciones en la alimentación, sin tener que recurrir a la compra de suplementos.
Respuesta de Mariana Gómez
Doble Check le solicitó a Mariana Gómez la evidencia documentada de sus recomendaciones de dietas. La Clínica Medicell, ubicada en Alajuela, envió una respuesta escrita el 9 de mayo.
Sin embargo, dicha respuesta no aporta evidencia científica puntual de que haya alimentos dañinos o beneficiosos para cada grupo sanguíneo. La única referencia bibliográfica que menciona esos supuestos efectos es un libro de D’Adamo, cuyas hipótesis han sido descartadas por distintas investigaciones.
La respuesta incluyó una descripción adecuada de algunas propiedades de las lectinas y del concepto de nutrigenómica, que es el estudio del modo en que los alimentos afectan los genes y la manera en que los genes afectan la reacción del cuerpo a los alimentos. La clínica mencionó que las lectinas pueden unir carbohidratos, una característica que les permite aglutinar diferentes tipos de células e inducir procesos como proliferación y toxicidad en linfocitos (un tipo de glóbulos blancos).
Esas propiedades han convertido a las lectinas en herramientas valiosas en el laboratorio para estudiar distintos fenómenos celulares. Aún así, esas cualidades de las lectinas han sido aprovechadas en espacios controlados en laboratorio (in vitro), y pueden ser muy diferentes las condiciones dentro del organismo (in vivo).
La respuesta completa de la médica general Mariana Gómez está disponible aquí.
Referencias
Barnard, N. D., Rembert, E., Freeman, A., Bradshaw, M., Holubkov, R., and Kahleova, H. (2021). Blood Type Is Not Associated with Changes in Cardiometabolic Outcomes in Response to a Plant-Based Dietary Intervention. J. Acad. Nutr. Diet. 121, 1080–1086
Cusack, L., De Buck, E., Compernolle, V., and Vandekerckhove, P. (2013). Blood type diets lack supporting evidence: A systematic review. Am. J. Clin. Nutr. 98, 99–104.
He, S., Simpson, B. K., Sun, H., Ngadi, M. O., Ma, Y., and Huang, T. (2018). Phaseolus vulgaris lectins: A systematic review of characteristics and health implications. Crit. Rev. Food Sci. Nutr. 58, 70–83.
Khan, F., Khan, R. H., Sherwani, A., Mohmood, S., and Azfer, M. A. (2002). Lectins as markers for blood grouping. Med. Sci. Monit. 8, 293–301.
Panacer, K., and Whorwell, P. J. (2019). Dietary Lectin exclusion: The next big food trend? World J. Gastroenterol. 25, 2973–2976.
Petroski, W., and Minich, D. M. (2020). Is there such a thing as “anti-nutrients”? A narrative review of perceived problematic plant compounds. Nutrients 12, 1–32..
Wang, J., García-Bailo, B., Nielsen, D. E., and El-Sohemy, A. (2014). ABO genotype, “Blood-Type” diet and cardiometabolic risk factors. PLoS One 9, 1–9.
Nota del editor: Gabriela Murillo es doctora en Ciencias Nutricionales de la Universidad de Connecticut y profesora de Bioquímica en la UCR. Silvia Molina es Doctora en Microbiología e Inmunología de la Universidad de Bordeaux, Francia. Desde el 2008, ella es docente de la cátedra de Enfermedades Infecciosas y del departamento de Bioquímica de la Escuela de Medicina e investigadora del programa de Epidemiología del Cáncer del Instituto de Investigaciones en Salud (INISA) de la UCR. Ambas forman parte de un proyecto de colaboración entre la Escuela de Medicina de la UCR y Doble Check para verificar desinformación en materia de salud.