En un país donde los eventos culturales inclusivos siguen siendo escasos, iniciativas como El barrio de los jazmines: experiencia sensorial, representan pasos importantes hacia una sociedad más accesible. La mayoría de espectáculos todavía están pensados para un público sin discapacidad, lo que excluye a miles de personas de diversas vivencias artísticas y de espectáculos culturales para el disfrute recreativo.
Este concierto, orquestado por Okarina Teatro Sensorial y el grupo Malpaís, rompió esa barrera y ofreció una experiencia diseñada para que todos los asistentes (con alguna discapacidad o no) disfrutaran la música a través de los sentidos.
El pasado 13 de agosto, el Teatro Melico Salazar fue escenario de esta propuesta innovadora, donde la vista dejó de ser protagonista. La directora de Okarina Teatro Sensorial, Karina Mora, compartió los detalles del proyecto en el programa Desayunos de Radio Universidad.
La idea fue que las personas pudieran evocar emociones sin la necesidad de utilizar la vista, y esto a través de otros sentidos como el tacto, el gusto y el olfato. Aromas, texturas, sabores y sonidos fueron parte importante que se entrelazaron con las canciones de Malpaís para construir una vivencia compartida con la presentación del grupo en vivo.
Un espacio seguro para todos
La propuesta fue el resultado de más de diez años de trabajo en teatro sensorial. Mora relató que el concepto surgió de su interés por trabajar con públicos diversos, especialmente personas con discapacidad visual, y de su experiencia creando espectáculos que privilegian otros sentidos como el tacto, el olfato y el gusto. En esta ocasión, el guion se elaboró a partir de las letras de las canciones de Malpaís, integrando elementos sensoriales que potenciaron la narrativa y conectaron emocionalmente con el público.
El proyecto contó con el respaldo de la institución Hellen Keller, aliada histórica de Okarina en la sensibilización y capacitación para trabajar con personas con baja visión o ceguera.
Esta colaboración no solo permitió perfeccionar la propuesta artística, sino también garantizar un entorno seguro y respetuoso para todos los asistentes. “Es una invitación a explorar otras formas de comunicación”, señaló Mora antes del evento, subrayando que sería un espacio accesible y pensado para vivir en compañía.
Durante el concierto, todos (independientemente de su condición visual) permanecieron con un dispositivo que cubría sus ojos. Así, incluso quienes ven habitualmente experimentaron la música desde una perspectiva distinta, centrada en los sentidos restantes.
Un formato íntimo y colaborativo
Además de su valor inclusivo, El barrio de los jazmines ofreció una experiencia musical única. Los arreglos de Malpaís permitieron escuchar a la banda en un formato más íntimo, con una cercanía física y sonora que pocas veces se vive en |un teatro de gran formato.
En esta ocasión, las personas participantes se subieron al escenario principal junto con el grupo para sentir y compartir la música. La idea fue que el espectáculo no solo debía ser elaborado por el grupo, sino que las personas asistentes también formaran parte de este sobre el escenario.
La directora destacó que el trabajo con Malpaís fue profundamente colaborativo: cada integrante aportó ideas para enriquecer la experiencia, desde ajustes musicales hasta propuestas sensoriales. Esto permitió que el guion creciera y se ajustara a lo largo de los ensayos, integrando nuevos estímulos que surgieron de la interacción creativa entre las dos agrupaciones.
La historia de Okarina Teatro Sensorial refuerza el valor de esta propuesta, una en la que no solo se adapten obras para públicos específicos (personas sordas, ciegas, con síndrome de Down, entre otras), sino que se realicen creaciones artísticas con una verdadera inclusión, para todos las personas y sin segmentaciones. Esto se reflejó en El barrio de los jazmines, donde el público vivió la misma experiencia sensorial, independientemente de sus capacidades.
En un contexto donde la accesibilidad cultural tiene mucho camino por recorrer aun, este concierto no solo se sumó como un evento artístico más, sino que abrió la puerta a nuevas maneras de sentir, compartir y entender la música. Porque, como quedó demostrado,en mucha ocasiones para observar de verdad, hay que aprender a hacerlo con todos los sentidos.
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