El hacer un sondeo y llamarlo “encuesta” puede ser una receta clásica para desinformar en procesos electorales. También lo es diseñar encuestas incorrectamente o con poca transparencia.
En tiempos de elecciones, es común toparse con las palabras “encuesta”, “sondeo” o “estudio” en la propaganda de los partidos políticos o en las discusiones en redes sociales. Esas mediciones pueden servir para conocer lo que piensa la gente o cómo se comporta la sociedad, pero no todos los estudios tienen la misma intención ni el mismo peso en sus conclusiones.
Una de las causas más comunes de desinformación con las mediciones de la opinión pública o la intención de voto es que se presentan resultados como si representaran a todo el país, cuando, en realidad, carecen de los fundamentos necesarios para generalizar.
Por eso, la próxima vez que notemos en redes sociales o en un noticiero los resultados de una “encuesta”, cuestionemos qué tipo de muestra usaron y si los resultados se pueden generalizar a toda la población.
El papel del muestreo
El muestreo es clave para que los resultados de una medición puedan generalizarse a la población. El muestreo consiste en escoger una “muestra” limitada de personas que represente a toda la población, para no tener que preguntarles a todos y cada uno de los ticos lo que piensan sobre cierto tema.
En una encuesta nacional, como las que hace el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), el objetivo es que la muestra sea probabilística; es decir, aleatoria: cada persona tiene una probabilidad conocida de ser seleccionada al azar. De esa forma, los resultados reflejan lo que piensa o vive Costa Rica en general.
Esa capacidad de generalizar cuando se selecciona aleatoriamente la muestra se debe al trasfondo matemático y estadístico detrás de los cálculos. Se necesita que todo el mundo haya tenido una probabilidad conocida de ser escogido. Esto no quiere decir que los estudios realizados con muestras probabilísticas garanticen resultados idénticos a los de la población, pero sí permiten estimar los posibles errores mediante el uso de probabilidades.
Por otro lado, en los estudios piloto o exploratorios, como los famosos sondeos, el objetivo es simplemente “probar” algo: verificar si un cuestionario funciona, conocer opiniones preliminares o identificar temas para un estudio más grande. No es posible generalizar con un sondeo, pues la forma en la que se selecciona a los participantes de la muestra no es aleatoria.
Usualmente, las “encuestas” que pueden hacerse en redes sociales son sondeos: participan quienes vieron la convocatoria y quisieron participar.
Desafortunadamente, medios de comunicación y políticos se han acostumbrado a usar las palabras “sondeo” y “encuesta” como si fueran sinónimos. Así, el problema empieza cuando los resultados de un sondeo, que justamente no son representativos, se comparten como si hablaran en nombre de Costa Rica entera.
Cómo digerir un sondeo
Para leer un sondeo y comer pescado, hay que tener mucho cuidado. El sondeo es una indagación preliminar que puede ser parte de un método científico pero que no es suficiente para generar conclusiones sobre todo un grupo o población. un grupo o población. Por eso, si un sondeo se presenta como si representara a Costa Rica entera, se está cayendo en desinformación.
Un sondeo no usa un muestreo probabilístico y, por lo tanto, no se pueden generalizar sus resultados a toda la población. En otras palabras, las personas a las que se les hicieron preguntas en un sondeo no fueron seleccionadas por azar.
Ojo a este ejemplo:
Imaginemos que estamos en un evento con 1.000 personas y queremos saber qué le gusta más a la gente: el café con leche o el café negro.
En una encuesta, le asignaríamos a cada una de esas 1.000 personas un número. Luego, usaríamos una esfera de bingo para sacar 100 números al azar, garantizando que cualquier persona sea escogida con la misma probabilidad. Al centenar de personas seleccionadas, les preguntamos sobre el café que prefieren y calculamos los resultados. Esos resultados de la encuesta van a representar estadísticamente las preferencias del millar de asistentes, y la ventaja frente a un sondeo es que podemos calcular el error de muestreo.
En contraste, en un sondeo, nos hubiéramos quedado de pie al lado de la mesa donde se sirve el café y les habríamos preguntado a las primeras 100 personas que llegaran a servirse. No todos tendrían la misma oportunidad de ser seleccionados; simplemente, les preguntaríamos a quienes estaban cerca del café en un momento particular. A la hora de calcular los resultados del sondeo, no podríamos decir qué le gusta más a la gente de ese evento con seguridad; tan solo tendríamos conclusiones sobre esas 100 personas en particular.



