El pasado domingo 5 de mayo se realizaron las elecciones en Panamá quedando como ganador José Raúl Mulino con un 34,41% de los votos. Esto equivale de 738,000 votos, con una alta participación, un 77% de la población panameña, en el proceso más concurrido de las últimas tres décadas.
Durante este proceso electoral se eligieron no solo la presidencia del país, sino también la vicepresidencia, los diputados al parlamento centroamericano, diputados del tribunal, alcaldes y cargos para divisiones distritales.
Estas elecciones fueron caracterizadas por un sistema electoral fracturado y por la peculiaridad de qué tres de los candidatos a la presidencia, fueron postulados por postulación libre. Esta es una característica de la constitución panameña que describe, mediante una ley, que un ciudadano puede presentarse a la presidencia por libre postulación con solo el 2% de la votación válida en la anterior elección, sin necesidad de estar afiliado a un partido político.
Estas elecciones y este resultado se dieron en un contexto peculiar y complicado en el país. Previo a los resultados este domingo, la discusión alrededor de las elecciones estaba girando en la decisión de la Corte Suprema de permitir que José Raúl Mulino participara de la carrera electoral.
Mulino entró a la carrera presidencial a poco tiempo de ocurrir las elecciones, reemplazando al expresidente Ricardo Martinelli, quien fue inhabilitado por una condena de lavado de dinero y quien actualmente se encuentra en la embajada de Nicaragua en Panamá para evitar ser detenido. A pesar de esto, se ha dicho desde diferentes análisis que Mulino se benefició de la popularidad de Martinelli.
Esta candidatura ha sido controversial y hasta considerada impugna e inconstitucional, ya que el actual presidente no fue elegido en las elecciones previas; estableciendo la decisión apenas dos días antes de la elección, lo cual hace que el contexto detrás de la victoria de Mulino sea más sorprendente.
Algo particular que destaca el periodista Víctor Hugo Murillo, es que días antes de la elección, a raíz de la postulación de emergencia de Mulino, este no presentó candidato a la vicepresidencia. Es decir, que Panamá el domingo eligió presidente pero no un vicepresidente. En este caso, según la constitución de Panamá, el consejo de gabinete tendrá que nombrar un ministro encargado de la vicepresidencia.
Murillo también mencionó que Mulino hereda la presidencia en un contexto social, económico y político complicado. Desde el aspecto político, todavía en el país se ven la repercusión de las grandes protestas que paralizaron el país por mes y medio el pasado octubre, debido a la concesión a una empresa extranjera para la explotación de cobre.
Otro factor es la crisis de sequía que está afectando el tránsito de buques por el canal de Panamá. El analista político Constantino Urcuyo, indicó que esta problemática de las sequías unida a la limitación del acceso de los barcos al canal que hereda Mulino, podría tener una repercusión de pérdida de 500 a 700 millones de dólares para este año.
Además, en el contexto económico es muy diferente, como menciona Murillo, ya que el crecimiento de la economía del 7,3% que se vio en el 2023, va a tener una caída del 2.5 este 2024, según el Fondo Monetario.
“Panamá tiene una deuda pública de 50.000 millones de dólares y además ha sido, recienteme, mal calificada por las calificadoras internacionales de crédito”, Constantino Urcuyo, abogado y politólogo.
El contexto panameño trae otras complicaciones para el nuevo gobernante como las brechas territoriales, la calidad, el empleo y el recurso humano, la inversión e innovación extranjera, migración, el desempleo y el cambio climático, entre otros.
Esto, en combinación con el complejo contexto durante el proceso electoral y la elección de un candidato con nominación a la presidencia inusual, genera múltiples interrogantes sobre cómo se desarrollará el siguiente presidente de Panamá.
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