El pasado 8 de marzo se conmemoró la lucha social por la igualdad de género y el reconocimiento de los derechos de las mujeres, mediante el Día Internacional de la Mujer (8M). Un día histórico en también en honor a las mujeres trabajadoras que murieron por la lucha a la igualdad en 1957 en una fábrica en New York.
Este evento lanzó el compromiso colectivo de marchar para demandar un futuro más igualitario, sirviendo como un constante recordatorio del progreso en materia de derechos y en la constante búsqueda de la integración de las mujeres, quienes históricamente han sido una población vulnerabilizada en distintos niveles como el social y el familiar.
Larissa Arroyo, abogada y especialista en derechos humanos menciona que “hay una memoria un poco diluida porque tiene que ver con un elemento de reivindicación por género y acceso a oportunidad. El 8M está ligado con la lucha por el acceso al trabajo y con la explotación laboral de la mujer; en lo que refiere al área laboral, el trabajo doméstico y las labores de labores de cuido”.
Las Naciones Unidas ha determinado, con la pandemia como factor, que hasta dentro de aproximadamente 300 años tendremos existirá una real igualdad de género. Lo cual implica que todavía hay un gran trabajo y camino por recorrer, y esto requiere de una reflexión de los sistemas sociales para identificar las problemáticas actuales y sus causantes.
Parte de la problemática que aún está presente en términos de igualdad, según Arroyo, es el hecho de que el enfoque está más relacionado con el empoderamiento y no en atacar las causas sistemáticas a nivel social, político y económico que proponen estas disparidades de género.
Históricamente, el sistema social creado por el patriarcado ha desarrollado múltiples barreras para las mujeres, lo cual genera que se tenga una falta de oportunidades para el progreso, barreras reforzadas por los mismos sistemas e instituciones que deben proteger grupos vulnerables.
”Las instituciones, que se supone que tienen que prevenir la violencia y de alguna manera apoyar(…) nos hablan de que las mujeres tenemos que reconocernos como poderosos en vez de atacar justamente esas causas, qué son estructurales”, Larissa Arroyo, abogada y especialista en derechos humanos.
Menciona que la construcción de este sistema social bajo el patriarcado, con problemas estructurales fomentados a lo largo de los años, ha llevado a imponer cierto tipo de estereotipos de roles de género que de alguna manera causa un efecto en la conducta de las personas.
Al explicar este fenómeno, Larisa expone que como sociedad tenemos sesgos donde es difícil eliminar estos roles estereotipados de género. Aceptar que esos sesgos existen, incluso inconscientemente nos permite poder avanzar.
Es por esta razón, que el enfoque de los sistemas y las instituciones debería estar identificando estos sesgos y comportamientos para ir desarrollando soluciones permanentes.
Actualmente, el debate sobre la mujer como sujetas de derecho, también solicita ser reconocida como personas que toman decisiones sobre sus vidas y su cuerpo, en términos de derechos sexuales y reproductivos. Estos temas se relacionan a la igualdad de oportunidades, ya que cuando se habla del rol de la mujer se ignora la imposición social y la recarga sobre las responsabilidades familiares.
Esta correlación conlleva contextos socioculturales que requieren un análisis más detallado y una propuesta de soluciones multifacéticas que involucren el sistema político, económico, social, laboral y educativo.
Dicho proceso solo puede avanzar si realmente se afrontan las causas de la disparidad de género que están presentes en el sistema social. Como menciona Arroyo, todas las personas tienen igualdad de condiciones en dignidad y derechos, sin embargo el problema radica en una desigualdad de acceso a oportunidades. Es decir, hay una discriminación, sistemática y estructural que se sostiene a lo largo de todas las estructuras sociales, ya sea la academia, la familia, la iglesia o el estado y que limita dichas posibilidades para las mujeres.
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