“No es solo comer, sino que también es concientizarme de la comida que tengo en la mesa”, Karolina Sánchez, nutricionista.

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Josué Lobo Sandí
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La comida nos conduce a nuevas experiencias y saberes. Conocer más acerca de esta y su impacto ambiental nos convierte en personas más conscientes de su importancia y en agentes de cambio.

Estamos rodeados de comida en mercados y tiendas. Existe un enorme recorrido previo de producción que implica huella de carbono y costes energéticos. Entonces ¿Cómo bajar este impacto ambiental y disfrutar mucho más de los alimentos?

En el programa “Consúltenos sobre Nutrición” el especialista en Sistemas Alimentarios Urbanos, Kenny Artavia sugiere ampliar el enfoque que tenemos sobre la comida, comenzando por dar a conocer los esfuerzos necesarios para la producción de alimentos.

Desde el uso energético para producir fertilizantes, semillas y maquinaria, hasta el gasto de combustibles para el traslado de alimentos y fuerza laboral, resultan ser aspectos y procesos indispensables a considerar incluso antes de obtener la primera cosecha.

Artavia enfatiza que un hecho significativo en el proceso de producción es la importación de alimentos desde países extranjeros. Esta situación aumenta enormemente los costes en toda la cadena de producción, impacto ambiental y huella de carbono.

“Cantidad total exclusiva de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) que es directa o indirectamente causada por una actividad o acumulada a lo largo de las etapas de vida de un producto.”

 

– Definición de Huella de Carbono descrita por Thomas Wiedmann y Jan Minx en el 2008

Sumada a esta situación existe el desecho de alimentos en dos formas distintas. La nutricionista, Karolina Sánchez explica que existen pérdidas en cosechas ante situaciones anteriores a la venta de alimentos en un mercado. Daños en los alimentos en el periodo de siembra o inconvenientes en la refrigeración durante el transporte están asociados a estos casos, relató la experta.

Por otro lado, existe el desperdicio de alimentos, el cual ocurre con todos aquellos víveres que fueron comprados, pero no consumidos en su periodo de vida útil.

 “…alrededor de un tercio de la producción de los alimentos destinados al consumo humano se pierde o desperdicia en todo el mundo, lo que equivale a aproximadamente 1 300 millones de toneladas al año.”

– Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) 2012

¿Qué podemos hacer?

Empezando al momento de la compra en un mercado, resulta posible hacer cambios pequeños, pero con efectos altamente significativos. 

Sánchez recomienda comprar víveres lejos de la hora de comida, esto porque el hambre influye y nos hace adquirir más comida de la necesaria, así como el compartir alimentos con familiares y amigos para aprovecharlos al máximo.

La planificación de menús aun en el corto plazo resulta en comprar sólo lo necesario. Además, la nutricionista instó a consumir lo más local posible, esto con el fin de reducir el impacto ambiental que conlleva el transporte.

Suele suceder, que los alimentos no tan estéticos son descartados y desperdiciados. Sin embargo estos, por lo general, tienen menos pesticidas y valores nutricionales similares a los más atractivos. Sánchez nos sugiere que valoremos comprar estos alimentos.

Una vez con los víveres en su hogar es importante almacenarlos correctamente y hasta optar por congelar raciones para evitar desperdicios. Artavia insta a usar las composteras como último recurso esto, si bien puede evitar el desperdicio, no quita la huella de carbono generada.

Siempre que su situación lo permita, puede explorar en la creación de una huerta, existen opciones de jardines verticales o hidroponía que puede adaptar a su hogar, comenta Artavia.

Todas estas acciones pueden darle un nuevo enfoque a la comida.

Para más consejos puede acceder a la página de la Red Disminución de Desperdicio de Alimentos Costa Rica, un sitio coordinado por el TEC y la representación de la FAO.

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