En resumen: Durante la pandemia de COVID-19 se han difundido publicaciones en Internet sobre alimentos que supuestamente previenen la infección del coronavirus SARS-CoV-2 o incluso curan la COVID-19. Algunas de esas recomendaciones incluyen el consumo de vino, ajo, cebolla y jengibre. Sin embargo, esas promesas carecen de fundamento.
Es cierto que algunos micronutrientes son conocidos por tener un rol en el mantenimiento del sistema inmune. Por ejemplo, las vitaminas D, C, A, B12, B6 y ácido fólico, y minerales como el hierro, cobre, selenio y cinc (1). Además, se han estudiado los compuestos bioactivos de los alimentos; es decir, algunas moléculas que han demostrado tener un efecto beneficioso para la salud más allá de aportar energía y nutrientes esenciales. Por esta razón, la dieta se considera un factor importante a la hora de prevenir diversas enfermedades y sus complicaciones.
Aún así, la interpretación errónea de investigaciones preliminares sobre compuestos de ciertos alimentos ha generado la falsa impresión de que estos pueden prevenir el contagio de COVID-19 o curar la infección respiratoria.
Estos son algunos de esos alimentos:
Ajo
El ajo produce alicina, un compuesto sulfurado que ha demostrado tener propiedades antimicrobianas, antivirales, antiinflamatorias e inmunomoduladoras. En el 2021, un estudio alemán demostró que al ser expuestas al virus SARS-CoV-2, las células que habían sido tratadas con alicina redujeron el ARN viral en 60-70%. Sin embargo, ese estudio empleó células; no se realizó en humanos. Adicionalmente, la investigación no utilizó ajo, sino alicina sintética elaborada en laboratorio (2).
A pesar de sus propiedades beneficiosas, se ha demostrado que la alicina es tóxica para algunas células, por lo que su consumo en grandes cantidades puede ser contraproducente. Los autores del estudio alemán indicaron que la alicina es muy inestable dentro del cuerpo humano, lo cual reduce su potencial terapéutico cuando se ingiere por vía oral.
Adicionalmente, este compuesto es conocido por ocasionar una sensación de dolor parecida a una quemadura en labios y lengua, ya que activa neuronas directamente responsables de comunicar sensaciones de dolor al cerebro. La sensación es mayor cuanto más ajo se consuma.
Vino
En el 2020, la Revista Americana de Investigación de Cáncer publicó un estudio que halló que el ácido tánico –uno de los taninos presentes en el vino tinto– inhibe a dos enzimas necesarias para la infección con SARS-CoV-2 en células aisladas en condiciones de laboratorio (3). Esto generó la propagación de noticias que afirmaban que tomar vino podía prevenir el contagio del nuevo coronavirus.
Sin embargo, una vez más, el estudio no utilizó vino. La investigación empleó solamente el ácido tánico concentrado. Habría que consumir una cantidad nociva de licor para alcanzar una concentración significativa. Además, al ser un estudio en células, faltan estudios (con animales, por ejemplo) para corroborar que tales efectos protectores se puedan observar en humanos.
Jengibre
Otro alimento muy popular en la medicina natural es el jengibre. Ya sea por consumo de la raíz, en infusiones, en extractos o en pastillas, el jengibre se utiliza por sus propiedades antiinflamatorias, antioxidantes, inmunomoduladoras, antimicrobianas, antifúngicas y antivirales. También es usado para aliviar las náuseas. Las propiedades medicinales del jengibre se atribuyen a compuestos orgánicos como los terpenos y los polifenoles. Durante la pandemia, se ha especulado que el jengibre previene la COVID-19 al fortalecer el sistema inmune.
Existen algunas revisiones que detallan los mecanismos por los cuales el consumo de jengibre podría modular la respuesta inmune ante una infección por SARS-CoV-2. Aún así, los estudios realizados no han pasado de la fase preclínica. Es decir, aún no se han aplicado experimentos con humanos (4).
Cebolla
Uno de los remedios caseros que se popularizó en Internet en el 2021 para supuestamente combatir el COVID-19 fue el uso de cebolla morada cruda. Esta práctica se originó en una publicación en redes sociales en la India, y se propagó en forma de audios y cadenas de mensajes. En ocasiones, el supuesto remedio incluía mezclar la cebolla con limón, eucalipto o jengibre.
Las cebollas –principalmente las moradas– son ricas en un antioxidante conocido como quercetina. La quercetina es un polifenol que se encuentra en otros alimentos como las manzanas y las uvas rojas. No hay estudios clínicos que estudien los efectos del consumo de ninguno de estos alimentos en relación con el nuevo coronavirus, pero sí hay investigaciones con suplementos de quercetina.
Por ejemplo, un grupo de investigadores internacionales realizó una intervención de dos semanas con 42 pacientes positivos por SARS-CoV-2. La mitad de estos pacientes recibieron el tratamiento estándar para COVID-19 y la otra mitad, además del tratamiento estándar, tomaron tres tabletas de 500 mg de quercetina (cada una equivalente a 10 cebollas grandes) al día. El estudio concluyó que el grupo tratado con quercetina resultó negativo de COVID-19 más pronto y presentaron una mejoría en sus síntomas en comparación con el grupo de control (5).
Esto no quiere decir que la quercetina sea un medicamento aprobado para el tratamiento del COVID-19, sino que tiene potencial para usarse como coadyuvante terapéutico. No hay evidencia alguna de que estos efectos se puedan observar solo con el consumo de cebollas crudas u otros alimentos que contengan quercetina.
Claves para no caer en mitos de alimentos
Al hablar de alimentos funcionales (que tienen compuestos bioactivos que pueden ser beneficiosos) hay que tomar en cuenta estos factores clave:
1. Los estudios celulares no deben confundirse con estudios clínicos. Los estudios in vitro (experimentos con células en laboratorio) permiten ver posibles efectos terapéuticos, mecanismos moleculares y vías metabólicas de diferentes moléculas naturales o sintéticas. Estos estudios son sumamente controlados y sus resultados pueden sentar las bases para hacer estudios con animales y –una vez que se haya garantizado la seguridad del compuesto– estudios con humanos. Hay que recordar que los estudios celulares no evalúan los alimentos completos, sino extractos de los compuestos bioactivos. Por eso, estos experimentos no son una prueba definitiva de que algún alimento puede curar una enfermedad o prevenir su contagio.
2. Las dosis terapéuticas no siempre son dosis fisiológicas. Eso quiere decir que los efectos demostrados en el laboratorio no se pueden alcanzar con consumos usuales de los alimentos fuente. Por ejemplo, para alcanzar las concentraciones de ácido tánico que han demostrado tener resultados significativos, tendríamos que tomar tanto vino que los efectos nocivos del alcohol superarían por mucho los beneficios. En este aspecto también se debe considerar que los alimentos funcionales o nutracéuticos pueden tener efectos secundarios con dosis muy altas, como dolor abdominal, acidez y hasta toxicidad en algunos casos.
3. Los compuestos bioactivos de los alimentos tienen una biodisponibilidad limitada. La biodisponibilidad es el porcentaje de un nutriente que llega a la circulación de la sangre después de consumirlo. Es decir, cuánto de lo que ingerimos realmente es absorbido y aprovechado por el organismo. Los polifenoles, flavonoides, carotenoides y demás sustancias con propiedades beneficiosas en los alimentos están disponibles en proporciones variables que dependen de muchos factores. Por eso, es difícil establecer recomendaciones de consumo con fines terapéuticos. Por ejemplo, una persona que consume vino tinto puede absorber 70% de sus taninos, y otra persona solamente 10%.
4. Es cierto que alimentos como las frutas y los vegetales tienen muchas moléculas y nutrientes beneficiosos para la salud. Precisamente, de esos alimentos se extraen componentes ampliamente utilizados en la industria farmacéutica. Su consumo habitual, así como la actividad física, tomar agua y tener adecuados horarios de sueño y manejo del estrés son vitales para una buena respuesta inmune ante una enfermedad como la COVID-19. Sin embargo, es importante reconocer que el consumo de alimentos o extractos de sus componentes bioactivos no sustituye las medidas de prevención de la COVID-19 determinadas por las autoridades sanitarias, como el distanciamiento social, la ventilación de los sitios de permanencia, el lavado de manos, el uso adecuado de las mascarillas y la vacunación. Aunque algunos alimentos pueden aliviar algunos síntomas de las enfermedades respiratorias, es importante seguir el tratamiento recomendado por el personal médico y acudir a los centros hospitalarios si es necesario.
Referencias:
- Richardson, D. P. & Lovegrove, J. A. Nutritional status of micronutrients as a possible and modifiable risk factor for COVID-19: A UK perspective. Br. J. Nutr. 125, 678–684 (2021).
- Mösbauer, K. et al. The Effect of Allicin on the Proteome of SARS-CoV-2 Infected Calu-3 Cells. Front. Microbiol. 12, (2021).
- Wang, S.-C. et al. Tannic acid suppresses SARS-CoV-2 as a dual inhibitor of the viral main protease and the cellular TMPRSS2 protease. Am. J. Cancer Res. 10, 4538–4546 (2020).
- Jafarzadeh, A., Jafarzadeh, S. & Nemati, M. Therapeutic potential of ginger against COVID-19: Is there enough evidence? J. Tradit. Chinese Med. Sci. 8, 267–279 (2021).
- Di Pierro, F. et al. Potential clinical benefits of quercetin in the early stage of COVID-19: Results of a second, pilot, randomized, controlled and open-label clinical trial. Int. J. Gen. Med. 14, 2807–2816 (2021).
Nota del editor: Gabriela Murillo es nutricionista con un doctorado en Ciencias Nutricionales de la Universidad de Connecticut y profesora de Bioquímica en la UCR. Ella forma parte de un proyecto de colaboración entre la Escuela de Medicina de la UCR y Doble Check para verificar informaciones dudosas o falsas en materia de salud.