En el marco del mes de la persona adulta mayor, queremos conversar sobre una forma de discriminación que aparece, a veces sin querer, hacia las personas de 65 años o más incluso en cuanto a la nutrición. Se trata del edadismo.
Tratar a una persona diferente o asumir que no puede realizar una u otra tarea solo por su edad es una forma de discriminación silenciosa y cotidiana: el edadismo. En el programa Consúltenos sobre Nutrición, la estudiante avanzada de Nutrición de la Universidad de Costa Rica, Sofía Vásquez habló sobre lo que esto implica y cómo se manifiesta también en la mesa.
“Hay frases que parecen inofensivas, pero refuerzan la idea de que las personas mayores son frágiles o incapaces” – Sofía Vázquez, estudiante avanzada de la Escuela de Nutrición de la Universidad de Costa Rica.
Según Vásquez el edadismo “puede verse en los estereotipos, en los prejuicios o en la forma en que actuamos, incluso cuando creemos estar ayudando”. Y esto no solo ocurre a nivel interpersonal sino que también está presente en instituciones, medios de comunicación y hasta en la manera en que las mismas personas mayores se auto perciben. “Cuando alguien piensa ‘ya no puedo, ya no debo, eso no es para mí’, está reproduciendo un discurso que le limita”, explicó Vásquez.
Frases como “ya no puede andar por la calle como una chiquilla” o “hágale la comida bien suave, porque ya no mastica bien” pueden sonar protectoras, pero esconden un mensaje de incapacidad.
“Se hacen desde el cariño o la preocupación, pero terminan afectando la autonomía y la confianza”, comenta la estudiante. Incluso en los medios, las imágenes suelen ser homogéneas: “adultos mayores con bastón, débiles o dependientes”.
Esa representación borra la diversidad que existe en la vejez y condiciona la manera en que se acompaña, se cocina o se cuida.
UNA CONCEPCIÓN QUE A VECES INGRESA A LA ALIMENTACIÓN
Quienes acompañan a una persona adulta mayor muchas veces asumen un papel protector. Sin embargo, el límite entre cuidar y seguir estereotipos es muy fino.
Vásquez ejemplificó esto con un caso concreto: “se asume que todas las personas adultas mayores tienen dificultad para masticar o que deben comer todo en puré”. Pero no siempre es así. La clave, dijo, está en preguntar antes de decidir:
“¿Le cuesta masticar? ¿Prefiere otra textura? ¿Le gustaría sustituir un alimento en lugar de eliminarlo?”
Escuchar y acompañar sin imponer ayuda a mantener la autonomía, el disfrute y la confianza en la alimentación. “No se trata de sobreproteger, sino de respetar los ritmos y preferencias”, enfatizó Vásquez.
Entonces ¿cómo acompañar sin discriminar? Vásquez propone varias alternativas que van dirigidas hacia el respeto a la autonomía de cada persona en donde se trata de entender el contexto de lo que sucede para juntos buscar soluciones.
- Si hay disminución en el apetito: La especialista señaló que esto puede tener causas emocionales, sociales o contextuales como duelos, pérdida de espacios o incluso aislamiento. Por eso antes de recurrir a suplementos, es mejor observar con empatía. “No todo se resuelve con un batido. A veces lo que se necesita es recuperar el gusto por comer, por compartir”. Por eso recomienda indagar sobre las causas de la situación en vez de proponer alguna solución sin saber.
- Para mantener una buena alimentación sin forzar cantidades, la estudiante propone buscar incluir la misma cantidad pero con alimentos que aporten más energía en la misma porción: “cremas de ayote o brócoli con leche y queso, batidos con aceite natural o leche entera, panes integrales con aguacate o semillas”. Son ajustes que mantienen el placer de comer y evitan la idea de que la vejez implica restricciones o sabores aburridos.
CAMBIAR EL CHIP
Combatir el edadismo requiere cambiar la mirada. “El primer paso es preguntar antes de asumir”, insiste Vázquez. El segundo, dar espacio a la autonomía y no limitar desde la preocupación. Y el tercero, hacerlo en conjunto: “El edadismo no se combate solo; se transforma con comunidad, lenguaje y empatía”.



