¿Se ha preguntado por qué su hijo o hija no come los alimentos que ofrece en casa, o por qué prefiere los snacks antes que las comidas principales?
Múltiples factores cotidianos (invisibles o bien intencionados) pueden estar afectando la forma en que sus hijos e hijas se relacionan con la comida. Desde los hábitos de las personas adultas en el hogar hasta la manera en que se presentan ciertos alimentos, todo influye en su perspectiva sobre la alimentación.
Para explorar más sobre el tema, la especialista en nutrición pediátrica, Leslie Pérez Garita fue invitada al programa Consúltenos sobre Nutrición de la Radio 870 UCR para reflexionar, informar y tratar de reimaginar el acto de alimentar como un proceso distinto al que tal vez nos hemos acostumbrado.
¿SOY UN EJEMPLO PARA MI HIJO O HIJA?
Constantemente tendemos a exigirles que coman ciertos alimentos. Sin embargo, ¿alguna vez se ha preguntado si, como personas adultas, nos obligamos a consumir esos mismos productos?
Padres y madres son el ejemplo más cercano para sus hijos en el hogar. Si ellos perciben que se les fuerza a cambiar sus hábitos alimenticios sin ver a las personas adultas hacer lo mismo, lo interpretan como un castigo. Esto sucede porque no están acostumbrados a ver a sus propios cuidadores consumir esos alimentos, lo que refuerza la idea de que se trata de una imposición.
¿DEBE SER LA COMIDA UN PREMIO?
No. Uno de los errores más frecuentes en casa es vincular la comida con premios o castigos. Frases como: “si te lo comés todo, habrá helado después” o “si sacás buenas notas, vamos a tu restaurante favorito” refuerzan la idea de que ciertos alimentos deben ser merecidos, en lugar de disfrutarse como parte de la vida cotidiana.
Este tipo de asociaciones puede generar confusión emocional en los niños, haciéndoles creer que los alimentos “ricos” son para celebrar, mientras que los “menos atractivos” son una obligación impuesta. A largo plazo, esto afecta profundamente la manera en que se relacionan con la comida, sumándole una carga emocional que condiciona sus decisiones alimentarias futuras.
Además, usar la comida como recompensa interfiere con la autorregulación del apetito. El niño deja de decidir cuándo tiene hambre o está satisfecho, y empieza a comer por cumplir expectativas externas, perdiendo el contacto con sus señales internas.
“La comida no debe ser un premio. La comida es parte de nuestra vida. Si queremos darles incentivos a nuestros hijos por cosas que hacen, podemos ofrecerles otro tipo, por ejemplo, tiempo de calidad” — Leslie Pérez Garita, nutricionista pediátrica.
¿DEBEN LOS NIÑOS COMER EN LAS PORCIONES ESPECÍFICAS?
De acuerdo con la experta, no necesariamente. El sistema metabólico de los niños es distinto al de los adultos, y parte de transformar la experiencia de alimentación infantil es entender esta diferencia y respetar las señales de hambre y saciedad propias de cada niño o niña.
Servir porciones pequeñas y permitir que tengan la oportunidad de elegir si desean más comida o no es una forma de validar su autonomía corporal y enseñarles a confiar en cómo se sienten.
Obligarles a terminar el plato “porque así debe ser”, o prohibirles repetir “porque ya comieron suficiente”, puede desregular su percepción interna, esa que les ayuda a identificar cuándo están llenos o si quieren seguir comiendo.
¿NOS COMUNICAMOS BIEN CON NUESTROS HIJOS E HIJAS?
Uno de los ejes fundamentales que se abordó en el programa es la importancia de respetar la autonomía de cada niño y niña, y esto se logra abriendo espacios para una comunicación asertiva. Hablar con ellos sobre lo que sienten y piensan —sin imponer ni juzgar— les permite construir una relación más saludable y consciente con la comida.
Un ejemplo frecuente es cuando dejan de comer alimentos que antes les gustaban. En lugar de asumir que ya no volverán a consumirlos, se puede abrir la conversación con respeto y curiosidad: preguntar qué les incomoda, si fue la textura, el sabor o la forma en que se presentó.
Al validar lo que expresan, también dejamos abierta la posibilidad de que cambien de opinión más adelante. Como destacó la especialista Pérez Garita: “El Mateo de seis años puede que no lo quiera, pero el Mateo de seis años y un mes puede que sí”.
Otra forma efectiva de fortalecer la comunicación con nuestros hijos e hijas, y a su vez promover la autonomía y el vínculo positivo con la comida, es involucrarlos en todo el proceso: desde elegir los ingredientes en el supermercado o la feria, hasta participar en la preparación de las comidas.
Esta experiencia les permite conocer los alimentos de manera más cercana, explorar sabores y texturas, y sentirse parte activa del acto de alimentar. Además, fomenta habilidades prácticas, estimula la curiosidad y abre espacios para compartir tiempo de calidad en familia.
Cuando los niños y niñas se sienten protagonistas de lo que comen, es más probable que desarrollen una relación más respetuosa, consciente y duradera con su alimentación.
Encuentre más información sobre este tema en el programa Consúltenos sobre Nutrición todos los miércoles a las 10 de la mañana. Una coproducción con la Escuela de Nutrición de la Universidad de Costa Rica.



