Vivir con la constante necesidad de cumplir con los estándares sociales de belleza puede traernos problemas físicos y mentales.
Cuando miramos el espejo ¿nos gusta lo que vemos?
Muchas personas se pasan la vida tratando de cambiar su cuerpo para ajustarse a esa “imagen ideal” que dicta la sociedad o que han ido aprendiendo a través del tiempo. Sin embargo, estar en guerra con nuestra apariencia puede traernos consecuencias físicas, sociales y en la salud mental.
La imagen corporal es esa percepción subjetiva que tenemos de nosotros mismos. Tiene que ver con cómo nos vemos, cómo nos sentimos con nuestro cuerpo y cómo creemos que nos ven los demás.
Cuando la imagen corporal le permite a la persona sentirse cómoda en su propio cuerpo, se puede decir que es positiva. Por el contrario, una imagen corporal negativa es aquella que lleva a la persona a sentirse incómoda, angustiada y avergonzada en relación con su físico.
La nutricionista con experiencia en Trastornos de Conducta Alimentaria (TCA), Paula Díaz explica que entre mayor sea la diferencia entre mi ideal de cuerpo perfecto y la manera en que me veo, mayor será mi inconformidad. Esta percepción puede estar influenciada por factores como la cultura, los medios de comunicación y redes sociales, las experiencias personales y las interacciones sociales.
Cuando la imagen corporal no es positiva, muchas veces las personas realizan o dejan de hacer actividades para tratar de parecerse a ese ideal construido.
“Empiezan a aislarse socialmente, ponen excusas para no enfrentarse con ese momento de inconformidad. Ya no se alimentan con cosas con las que antes se alimentaban con más naturalidad, usan cierta ropa que esconda lo que no les gusta del cuerpo. Fijarse en las cosas simples del día a día, cómo van cambiando, nos puede dar señales de alerta”, dice Díaz.
“Los trastornos de la conducta alimentaria representan el problema de salud más importante de la humanidad, tanto por el número de personas afectadas que va en aumento, como por las muertes que ocasiona” – Organización Mundial de la Salud.
Además tener esa constante necesidad de cambiar nuestro cuerpo podría, a la larga, convertirnos en un paciente dietante crónico. Estas son personas que han pasado por un montón de dietas a lo largo de su vida. No necesariamente desarrollan un Trastorno de la Conducta Alimentaria, pero esas dietas son un factor precipitante.
PARAR LA GUERRA CONTRA EL CUERPO
El círculo vicioso de hablar solo sobre lo físico, hace que el valor de una persona como ser humano se reduzca a cómo es su cuerpo. Así, lo físico se ubica en el centro de todo y condiciona el estado emocional.
En estos casos, la autoestima disminuye y esto puede llevarle a padecer ansiedad, depresión y otra serie de limitaciones. Una persona que pasa ajustándose a los estándares corporales también sufre de más estrés y cansancio.
Según Díaz, afecta sus relaciones sociales, hay quienes prefieren no mostrarse públicamente por miedo a enseñar su cuerpo, dejan de lado comidas y tradiciones familiares. Acciones que para algunos pueden ser banales pero que juntas, afectan la salud mental.
De ahí la importancia de buscar ayuda profesional, incluso si no estamos seguros de que enfrentamos un Trastorno de la Conducta Alimentaria.
“Es importante pedir ayuda o acompañamiento, levantar la mano y conversar con alguien más, todos pasamos por épocas así y podemos acompañarnos”, enfatiza Díaz.
Escuche más información sobre este tema en la entrevista del programa Consúltenos sobre Nutrición.