Vacunados contra COVID-19 no esparcen “proteínas tóxicas” en fluidos corporales

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Silvia Molina y David Bolaños
- doblecheck@ucr.ac.cr

En resumen: Es falso que las personas vacunadas contra la COVID-19 propaguen en sus fluidos corporales la proteína generada por las inoculaciones, la cual es necesaria para producir defensas contra la enfermedad. También es falso que dicha proteína sea tóxica o que el organismo humano la produzca de forma indefinida.

Tales acusaciones fueron realizadas sin sustento por una médica general en la reunión que la Defensora de los Habitantes, Catalina Crespo, sostuvo el pasado viernes con individuos que se presentaron como opositores de los requisitos de vacunación anticovid en Costa Rica. La reunión fue transmitida en vivo en redes sociales y se ha compartido miles de veces.

No existe evidencia científica de que las personas inoculadas contra la COVID-19 dispersen componentes virales derivados de la vacuna. Las personas vacunadas sintetizan de forma transitoria la proteína de la espícula del coronavirus, que genera la respuesta inmune en el organismo. Dicha proteína se degrada después de varios días y solo permanecen las defensas.

La médica general que hizo las acusaciones es Jimena Campos. Ella ha propagado falsedades sobre las vacunas anticovid en otras ocasiones. En mayo, Campos difundió la farsa de que las vacunas generaban magnetismo en los brazos de la población inoculada. La médico general también ha insistido en la noción falsa de que las vacunas aprobadas contra la COVID-19 son una “sustancia experimental” que modifica el material genético.

Doble Check contactó a Jimena Campos para solicitarle evidencia que sostenga sus alarmas, pero no se obtuvo respuesta.

¿Qué difundió Jimena Campos?

La médica general Jimena Campos aprovechó el espacio facilitado por la Defensoría de los Habitantes el viernes 15 de octubre para levantar una nueva alarma: que las personas vacunadas contra la COVID-19 están propagando “proteínas tóxicas” por medio de la tos y otros fluidos corporales, y que estas ponen en riesgo a quienes no han recibido la inoculación.

“La persona que no se actualice o no se vacune siempre va a ser foco…más bien, va a ser la diana alcanzada por proteínas tóxicas que estas personas [las vacunadas] están eliminando por medio de la tos y otros fluidos”, dijo la médica general.

“Yo creo que deben revisar bien cuáles son realmente las fuentes de contaminación con ‘proteína spike’, y parece ser que el semen podría ser una de las vías, las gotas de la tos, la orina, podría expulsar la bilis, la leche materna y la sangre”, añadió Campos en la Defensoría.

La médica general no mencionó en qué evidencia se basan esas alarmas. Solo mencionó que “hay mujeres que dicen” que, al parecer, se enfermaron por contacto con el semen de personas vacunadas.

“No hay evidencia científica alguna que confirme cuánto es el tiempo que estará la persona que recibió la vacuna produciendo la proteína ‘spike’ en su cuerpo, y es serio porque la persona inoculada va a ser fuente de proteína ‘spike’ para siempre, probablemente”, agregó Campos en la reunión con la Defensora de los Habitantes.

Las vacunas ARN mensajero

Las vacunas anticovid que se aplican en Costa Rica están compuestas de ARN mensajero (ARNm). El papel del ARNm en la vacuna es “fabricar” una proteína del virus en las células del organismo, tal y como se haría en una infección natural, pero sin que se presente la enfermedad. Esto se logra porque se produce una proteína que está en la superficie del virus.

Esta proteína de la espícula (S) del SARS-CoV-2 da la apariencia de corona al coronavirus. Al ser ajenas al organismo, esas proteínas serán reconocidas por el sistema inmune y se podrán generar defensas, pero con la ventaja de que no causan enfermedad al ser solamente un componente aislado del agente infeccioso.

Personas no dispersan componentes de la vacuna

No existe evidencia científica de que las personas inoculadas contra la COVID-19 dispersen componentes virales derivados de la vacuna, según una revisión de Doble Check sobre la literatura disponible.

Este fenómeno se puede presentar en las vacunas que contienen microorganismos atenuados o debilitados, como la vacuna oral contra el virus de la polio, que incluso puede ser ventajoso. Sin embargo, esto no sucede con las tecnologías que se utilizan en las vacunas anticovid aprobadas hasta la fecha para uso en humanos.

Sí hay evidencia de secreción de componentes virales del coronavirus en personas que se infectan naturalmente. Por ejemplo, la orina se ha empleado como biomarcador del daño renal en personas con COVID-19. Aún así, esos hallazgos no pueden estirarse para afirmar algo similar sobre las vacunas anticovid.

Un factor que respalda la ausencia de proteínas virales en secreciones es que la vacunación no causa resultados positivos en las pruebas de detección de antígenos. Esto se explica al analizar el mecanismo de acción de la vacuna.

La vacuna contra la COVID-19 es inyectada en el músculo deltoides del brazo. Ese sitio es ideal por ser relativamente grande y tener vasculatura profunda, haciendo poco probable que la inoculación se dé en un vaso sanguíneo. Las partículas lipídicas que contienen el ARNm son captadas por las células musculares que van a producir la proteína S a partir del ARNm, y por las células del sistema inmune que migran hacia el sitio de inyección.  Estas células destruyen a la proteína S en pequeños fragmentos y la llevan a los ganglios linfáticos axilaresEs allí donde se estimula la respuesta inmune, que es el propósito de la vacuna.

La proteína S no llega a la sangre durante dicho proceso , lo cual sería un requisito para que esta llegue a la zona de la nasofaringe y sea detectada en una prueba con hisopado.  La proteína tendría que llegar al torrente sanguíneo para que sea excretada en otras secreciones del cuerpo humano.

Iniciativas de verificación en otras partes del mundo han hallado desinformación similar sobre la proteína S que produce la vacuna anticovid. En junio pasado, el proyecto de chequeo de la agencia de noticias Reuters aclaró que dicha proteína no es tóxica y que esta se queda en el sitio de inyección . Un estudio en un modelo animal revisado por Doble Check concluyó que los componentes de las vacunas de ARN mensajero se mantienen mayoritariamente en el sitio de inoculación.

Vacunados no generan proteínas del virus “para siempre”

El ARN mensajero que contienen las vacunas contra la COVID-19 ingresa a las células, sirve como molde para producir la proteína de la espícula y es degradado en un periodo de 12 a 96 horas, según la evidencia documentada disponible.

Las personas vacunadas sintetizan de forma transitoria la proteína de la espícula. Esta proteína es muy importante porque es la “llave” del coronavirus para entrar al organismo, y se ha determinado que las defensas generadas contra ella son efectivas para neutralizar al virus.

Dado que el ARNm es el molde, no se produce más proteína S cuando este desaparece. Las proteínas generadas por la vacuna también serán degradadas como parte de su presentación al sistema inmune para el desarrollo de las defensas. Estas defensas sí permanecen y la vacuna es efectiva por esa razón.

La proteína de la espícula –al igual que muchas otras proteínas– está sujeta a los procesos de degradación normales del organismo para reciclar o metabolizar los “bloques” (aminoácidos) que las componen. Distintos reportes indican que el periodo de permanencia de la proteínas S va de algunos días a varias semanas.

En ningún momento hay incorporación temporal o permanente al material genético de las células humanas (constituido por ADN). Las vacunas no alteran el genoma de las personas que reciben la inoculación ni modifican el código genético, que es universal y la forma en la que las células “traducen” la información codificada en el ADN para poder construir los componentes estructurales y llevar a cabo los procesos celulares.

 

Nota del editor: Silvia Molina es Doctora en Microbiología e Inmunología de la Universidad de Bordeaux, Francia. Desde el 2008, es docente de la cátedra de Enfermedades Infecciosas y del departamento de Bioquímica de la Escuela de Medicina de la UCR. También es investigadora del programa de Epidemiología del Cáncer del Instituto de Investigaciones en Salud (INISA) de la UCR. Ella forma parte de un proyecto de colaboración entre la Escuela de Medicina de la UCR y Doble Check para verificar desinformación en materia de salud.

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