Manas: una mirada poética y poderosa desde la Amazonía brasileña

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María Paula Mora Rosales
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Del 19 al 29 de junio se celebró una nueva edición del Costa Rica Festival Internacional de Cine (CRFIC), que volvió a posicionarse como una vitrina para el cine independiente y de autor en América Latina. En su sección “Bordes”, dedicada a propuestas que desafían los límites narrativos y estéticos, una película brasileña captó la atención del público por su sensibilidad y fuerza: Manas, de Marianna Brennand.

Ambientada en la Isla de Marajó, en plena Amazonía, Manas sigue a Marcielle, una adolescente de 13 años que enfrenta un entorno marcado por la explotación sexual y la violencia estructural hacia las mujeres. A través de una estética contenida y sugestiva, la película muestra el crecimiento forzado de sus protagonistas, sin recurrir a escenas explícitas, pero con un lenguaje cinematográfico que incomoda, interpela y emociona.

El filme no pasó desapercibido durante el festival, no solo por su temática urgente, sino también por el tratamiento delicado que le dio su directora. Marianna Brennand, en su primer largometraje de ficción, demuestra una madurez creativa notable al construir una narrativa poética, que da voz a niñas y adolescentes que suelen permanecer en los márgenes.

Producida en conjunto por Brasil, Portugal y Bélgica, Manas viene de una destacada trayectoria internacional. En 2024 ganó el premio principal de la sección Giornate degli Autori en el Festival de Venecia y ha sido reconocida en más de 20 certámenes internacionales, incluyendo Cannes, Río de Janeiro y Huelva. Su impacto global contrasta con la sencillez de su propuesta: mostrar lo que otras películas prefieren ocultar.

Una de las decisiones más valientes de Manas es evitar la representación directa de la violencia. En lugar de eso, el dolor se manifiesta en los silencios, en las miradas, en la complicidad de las niñas que se aferran unas a otras para resistir. El espectador es invitado a completar los vacíos, a confrontar su propia mirada, y a preguntarse hasta qué punto el cine puede ser un espacio de reparación.

En la película se destaca la actuación de Jamilli Correa, quien interpreta a Marcielle con una naturalidad conmovedora. Su personaje, aunque joven, se convierte en símbolo de lucidez, intuición y rebeldía en un entorno que constantemente intenta silenciarla. La sororidad entre las “manas” —las hermanas de la vida— es, al final, lo que las mantiene a flote.

Aunque el festival ya concluyó, Manas es una de esas películas que merece seguir circulando. Su visión íntima y comprometida conecta con diversas realidades de América Latina, y su mirada sobre la niñez, el género y la resistencia permanece mucho después de que termina la proyección. Estar atentos a sus futuras exhibiciones es casi un acto de justicia.

Para quienes buscan un cine que trasciende la pantalla y deja huella, Manas es una apuesta necesaria. No solo por su calidad artística, sino porque da testimonio de vidas que merecen ser contadas con cuidado, respeto y potencia.

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