En resumen: El ministro de Hacienda, Nogui Acosta, afirmó que las universidades públicas están contribuyendo a mantener la desigualdad social al admitir más estudiantes de familias con mayores ingresos que de hogares más pobres. Sin embargo, un análisis más profundo muestra que el origen de esa desigualdad en la educación viene desde la secundaria.
El ministro basó su argumento en datos de la Encuesta Nacional de Hogares del 2023 que, según Hacienda, muestran que 25% de los estudiantes de universidades públicas provienen de familias con los ingresos más altos, mientras que sólo 15% son de familias con ingresos más bajos.
Gilbert Brenes, subdirector del Centro Centroamericano de Población (CCP) de la Universidad de Costa Rica, reconoció que la tendencia mencionada por el ministro es correcta, pero ofreció una explicación más amplia. Según el investigador, el problema inicia en las dificultades que enfrentan los estudiantes de bajos recursos para terminar la secundaria. De los jóvenes entre 18 y 24 años, solo 67% de quienes pertenecen a las familias más pobres logran completar la secundaria, comparado con el 91% de los jóvenes de familias con mayores ingresos. Tal disparidad reduce las oportunidades de acceso a la universidad para los estudiantes de bajos recursos.
Doble Check solicitó y verificó los datos y cálculos proporcionados por Hacienda. Asimismo, compartió con el ministerio los hallazgos obtenidos al ampliar el análisis hacia la educación preuniversitaria.
Las afirmaciones de Acosta se han dado en el marco de la discusión por la asignación de recursos del Fondo Especial para la Educación Superior (FEES) del 2025, cuya negociación el Gobierno delegó en la Asamblea Legislativa.
Qué dijo el ministro de Hacienda
En una serie de declaraciones públicas, el ministro Nogui Acosta ha insistido en que las universidades públicas privilegian el ingreso de los estudiantes de estratos económicos de mayores ingresos. Durante su intervención en la Comisión de Asuntos Hacendarios de la Asamblea Legislativa del 17 de setiembre, el ministro afirmó:
“Y sobre la educación pública, ¿qué es lo importante? Garantiza acceso a equidad [sic.] a la enseñanza, fomenta la inclusión social, reduce las desigualdades y contribuye al desarrollo democrático y económico, algo que no estamos haciendo hoy porque resulta que la mayor parte de los estudiantes en las universidades vienen de los quintiles más altos”.
En una noticia de Teletica.com, el ministro sostiene que las universidades públicas admiten proporcionalmente más estudiantes de ingresos altos que de bajos recursos, ya que solo 15% de sus estudiantes provienen del quintil más pobre, mientras que el 25% pertenece al quintil de más ingresos. Además, Acosta cita el informe del Estado de la Educación 2023, que indica que el acceso a la educación universitaria creció entre los estudiantes de ingresos medios y altos en 2021 y 2022, pero no entre los de menores ingresos, lo que ha aumentado la desigualdad socioeconómica en el acceso a la educación superior.
“La evidencia es clara y contundente: la desigualdad en el acceso a las universidades públicas es innegable. Esto no solo perpetúa las brechas socioeconómicas, sino que la amplifica. Es urgente que las universidades públicas hagan un ejercicio de autocrítica para revertir esta tendencia y garantizar que la educación pública sea verdaderamente inclusiva y equitativa”.
Imagen incompleta
Los datos que muestra el ministro son correctos a grandes rasgos. Sin embargo, su argumentación es incompleta al asignar la responsabilidad en las universidades para “revertir esta tendencia” de desigualdad en el acceso a la educación.
Según Gilbert Brenes, subdirector del Centro Centroamericano de Población (CCP) de la UCR, el sistema educativo en Costa Rica se vuelve más excluyente a medida que los estudiantes avanzan en los niveles de escolaridad.
En primaria, 36% de los estudiantes proviene del quintil más pobre —es decir, del grupo de 20% de la población con menores ingresos—, mientras que solo 9% pertenece al quintil con mayores ingresos. Un quintil es una forma de dividir a la población en cinco grupos iguales según sus niveles de ingresos, desde los que perciben menos hasta los que tienen más.
Esa brecha se amplía a medida que las personas avanzan en sus estudios. En los últimos años de secundaria, el porcentaje de estudiantes del quintil más pobre disminuye al 27%, mientras que la proporción de estudiantes del quintil de mayores ingresos aumenta al 10%.
La exclusión se vuelve aún más pronunciada en la educación superior, donde solo 11% de los estudiantes provienen del quintil más bajo, en contraste con el 28% del quintil más alto. Estas cifras reflejan una brecha más acentuada que la señalada por el ministro.
Brenes explicó a Doble Check que, al trabajar con una submuestra de los datos de la ENAHO, él recurrió a técnicas de inferencia estadística para asegurarse de que los resultados fuesen representativos de toda la población, a pesar de usar solo una parte de la muestra original
El investigador del CCP recalcó que la exclusión en el acceso a la educación superior empieza desde la secundaria: entre los jóvenes de 18 a 24 años con más de nueve años de escolaridad, solo 76% ha logrado completar ese ciclo. Esta cifra es aún más baja entre los estudiantes de menores recursos (67%) mientras que la proporción asciende a 91% en el quintil de más ingresos.
Además, entre aquellos que logran graduarse de secundaria, solo 25% de los jóvenes del quintil más bajo acceden a la universidad, en comparación con 56% de los jóvenes de mayores ingresos.
El Informe Estado de la Educación 2023 reconoce el factor económico como una barrera primordial para acceder a la universidad, pero también destaca el deterioro progresivo en la calidad de la educación preuniversitaria como otro obstáculo importante. Este deterioro ha puesto presión sobre las universidades públicas para nivelar los conocimientos de los estudiantes y evitar la exclusión de los sectores más vulnerables, indica el informe.
Alrededor de 80% de los estudiantes de universidades públicas proviene de colegios públicos, según datos de la Oficina de Planificación de Educación Superior del Consejo Nacional de Rectores. Estos colegios tienen una representación superior de personas provenientes de quintiles de menores ingresos.
La ‘U’ privada y la ‘U’ pública
Gilbert Brenes también destacó que las universidades públicas albergan una mayor proporción de estudiantes de bajos ingresos en comparación con las universidades privadas. En las universidades públicas, 15% de los estudiantes provienen del quintil más pobre, mientras que 24% pertenece al de más ingresos. En cambio, en las universidades privadas, solo 8% de los estudiantes son de bajos ingresos, mientras que 32% provienen de hogares con mayores recursos, según se desprende de su análisis de la ENAHO.
Según el investigador, tales cifras reflejan que los jóvenes de menores ingresos tienen más probabilidades de asistir a universidades públicas. De aquellos que logran ingresar a la universidad, el 59% de los estudiantes del quintil más pobre eligen una universidad pública, mientras que 41% opta por una privada. En contraste, entre los jóvenes del quintil de más ingresos, solo 33% asiste a universidades públicas, mientras que 67% prefiere universidades privadas.
“En general, la educación superior es aún un recurso de movilidad social, y las universidades públicas cumplen esa función en mayor proporción que las universidades privadas”, expresó Brenes.