Los primeros días de noviembre en Guatemala, los barriletes se convierten en mensajeros. Las personas adornan las fosas de los cementerios y recuerdan a sus seres queridos que han fallecido en una tradición que se declaró Patrimonio Cultural de ese país.
Una leyenda tradicional en Guatemala cuenta que cada 1 de noviembre, en día de muertos, los espíritus malignos invadían el cementerio de la comunidad de Sumpango, Sacatepéquez. Esta situación hacía que las almas de los muertos vagaran por las calles, debido a la incomodidad que esto les ocasionaba.
Preocupados, quienes vivían ahí preguntaron a las personas mayores cuál podría ser la solución a ese problema, y la recomendación fue forzar la retirada de los espíritus poniendo trozos de papel contra el viento.
Así, las y los pobladores se dedicaron a construir objetos voladores que con los años se convirtieron en papalotes o barriletes. Estos han evolucionado con el tiempo para convertirse en una tradición muy arraigada durante el mes de noviembre en este país.
Pero ¿Cuál es el significado de esta festividad? Los barriletes en Guatemala representan una conexión entre la vida y la muerte y permiten honrar a quienes ya han partido al más allá.
“Celebramos que estamos vivos pero también celebramos a los que ya no están” – Erick García, docente e investigador de la Universidad de San Carlos de Guatemala.
Según el investigador y docente de la Universidad de San Carlos de Guatemala, Erick García, “la verdadera ceremonia Maya nos dice que no debemos olvidar a nuestros antepasados, este tipo de festividad ayuda a seguir honrándoles pero ya desde el lugar desde donde están”.
UN COMPARTIR CON LAS ALMAS
1 de noviembre. El cementerio deja de tener su apariencia de paz y tranquilidad que lo caracteriza la mayor parte del año, y se convierte en un lugar de fiesta. Las tumbas se adornan con flores de colores y comidas, entre las que destaca el fiambre guatemalteco, una mezcla de carnes frías, embutidos y vegetales.
Las personas comparten comida y recuerdos alrededor de las tumbas. El cielo se llena de color gracias a la velocidad del viento y las decoraciones de los barriletes de todos los tamaños, que vuelan con la esperanza de llevar su mensaje a quienes ya no están en esta tierra.
García explica que estas tradiciones se pueden ver desde varios ámbitos. Desde el punto de vista psicológico representan un alivio al espíritu, un desahogo ante la pérdida; desde la parte familiar, se han ido formando grupos de barrileteros que mantienen la tradición a través de los años.
Los barriletes implican también una parte económica porque hay quienes aprovechan la fecha para hacer sus ventas; y de cohesión social, pues se les consideran mensajeros: algunos tienen frases religiosas, comunales o de crítica social y denuncia pública.
Los barriletes en Guatemala también implican trabajo en equipo y creatividad. El papel china, las telas delgadas de colores y el bambú se trabajan durante muchos días para tener listos para estas fechas barriletes pequeños y grandes, algunos pueden llegar a medir 25 metros de longitud.
García dice que hay dos dimensiones: una es recreativa, que incluye los barriletes más pequeños. Las niñas y los niños los empezaron a utilizar para entretenerse mientras sus papás adornaban y comían en las tumbas; y la otra dimensión incluye a estos barriletes ya más elaborados, más grandes y que tienen un mayor impacto y significación.
«Los barriletes comunes, los de menor tamaño, pueden haber surgido en Santiago a principios de siglo. Sin embargo, de los gigantes no se puede precisar fecha de aparecimiento debido a que los pocos relatos con que se cuenta son hablados y únicamente coinciden en señalar que data de unos cuarenta o cincuenta años atrás» – Cura Párroco de Santiago Sacatepéquez entrevistado para la investigación «Los barriletes gigantes de Santiago Sacatepéquez, una aproximación histórica, social y artística» de Mario Roberto Chacón Polanco en 1981.
“Se vuelve una festividad, algo que se celebra y rompe esos espacios entre lo sacro y lo profano y esta realidad mística y vemos a la muerte como amiga, no como enemiga”, señala el investigador.
Con la tradición de los barriletes, en Guatemala la leyenda se une con la cotidianidad y forja espacios para compartir entre vivos y muertos. Espacios que perduran pero se resignifican sin perder su esencia porque “la cultura es dinámica, no se queda así establecida en un solo punto, sino se va adaptando a las necesidades, pero no pierde el sentido de esta comunicación entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos”, enfatiza García.
Conozca más sobre la tradición en esta entrevista del programa Saber Vivir.