¿Qué educación queremos? ¿Qué sociedad queremos?

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Adriana Naranjo. Antropóloga, comunicadora, educadora.
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Los avances tecnológicos ya no los percibimos, se dan de forma tan rápida y “natural” que no los notamos. Vamos adoptándolos sin pensar mucho en ellos. En los campos de la medicina, la ingeniería, las telecomunicaciones, la biología, la genética…

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¿Y en la educación?

Podemos decir que los procesos de aprendizaje también se han visto influenciados por estos avances, aunque han sido más atomizados que generales. Hemos visto este progreso aplicado a la educación en desarrollos como la Inteligencia Artificial, la realidad aumentada, la realidad virtual, Internet de las cosas o los entornos virtuales de aprendizaje.

Pero los avances en la educación no están solamente relacionados con la tecnología o la técnica; lo avances significativos en la educación tienen que ver con la ciencia del aprendizaje, metodologías innovadoras y las nuevas concepciones sobre qué tipo de educación se desea desarrollar, y sobre todo, qué tipo de sociedad queremos para las próximas décadas.

Hablo de décadas porque en los últimos tiempos hemos leídos y escuchado diversas innovaciones educativas aplicadas en países nórdicos, y tendemos a pensar que es una situación de ahora, cuando en realidad, son producto de decisiones tomadas y aplicadas hace 40 o 50 años. Estas incluyen una rebaja en las jornadas en los centros educativos, una política de educación gratuita, el desarrollo de una currícula general que puede ser adaptada de acuerdo a las diversas regiones geográficas y contextos del país, un involucramiento de la familia en el proceso de aprendizaje, la tendencia a priorizar el aprendizaje por proyectos y realizado de forma colaborativa en entornos informales y abandonar prácticas como el exceso de tareas en casa; además de no tomar en cuenta aspectos formales como uniformes o reglas respecto a la presentación personal de los estudiantes; y, claramente, a la implementación de avances y dispositivos tecnológicos en los procesos.

En este caso, países como los de Latinoamérica deben de empezar a tomar decisiones y a valorar estas innovaciones ya, y repito, no solo respecto a qué tecnologías implementar, sino, respecto a cuáles nuevas metodologías adaptar o crear y cómo conceptualizar la educación y el aprendizaje para que esta esté acorde con los principios de la llamada educación 4.0.

Si existe la educación 4.0 es porque hay tres anteriores, y las voy a mencionar brevemente.

 

La evolución de la Educación

La educación 1.0 se refiere a modelo educativo implantado por herencia europea, está centrado en la figura del/la docente y el conocimiento que comparte y con el que “ilumina” a los/las estudiantes. El espacio por tradición es el aula, que refleja la concepción de la educación como disciplina y trabajo individual, y se aplica de manera hegemónica, vertical y autoritaria (incluso se ha comparado la distribución de los centros educativos con la distribución de los centros penales). Se prioriza la evaluación y calificación, por sobre la interiorización y comprensión de los contenidos o conceptos.

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La educación 2.0 hace énfasis en la bidireccionalidad, toma en cuenta la relación de los/las estudiantes con sus pares y la integración de las herramientas digitales como recursos de apoyo a los procesos de aprendizaje.

La educación 3.0 se centra en el aprendizaje autodirigido, se estimula la búsqueda digital de la información y el desarrollo de competencias para la creación del conocimiento.

Llegado este punto, la educación 4.0 se basa en el desarrollo de competencias y en un aprendizaje autodirigido y, en la medida de lo posible, autoevaluado. Se prioriza el trabajo en equipo, la resolución de problemas y el aprendizaje por proyectos. Se basa en procesos educativos personalizados y flexibles, y en el conocer los tipos de aprendizajes y de inteligencias que tiene cada estudiante. Además, la evaluación es constante, para hacer mejorar durante todo el proceso.

Es esta última la aspiración actual de países en desarrollo y la que se implementa en países como Noruega, Finlandia, Dinamarca o España. Los espacios de aprendizaje (presenciales o virtuales) se piensan para germinar la creatividad, la multidisciplinariedad, el aprendizaje a lo largo de la vida (long life learning), el fomento de talentos particulares y el mantener la curiosidad. Y por supuesto, el uso de tecnologías de la información y la comunicación. También se implementan metodologías como el Flipped Classroom o se aplican los principios de la gamificación, y se transforman los espacios para el aprendizaje, priorizando entornos fuera de las aulas.

 

Nuevas tecnologías, nuevas metodologías, nuevas concepciones

Las nuevas metodologías o teorías pedagógicas (como el construccionismo) se basan en la concepción del estudiante como el centro del proceso, se le adjudica la responsabilidad de su desarrollo y en la medida de lo posible se procura incentivar sus talentos individuales. De esta forma, el aprendizaje tiene que ver con aspectos inherentes e incluso emocionales de la persona, y en ese sentido el mismo debe ser significativo y relevante para quien aprende, debe de tener relación con su realidad, contexto e intereses.

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En este nuevo panorama el rol de los/las docentes no es más el de eruditos incuestionables que transmiten información, sino, el de guías o instructores que tienen la capacidad de descubrir la individualidad de los estudiantes y ayudar a encontrar su camino de aprendizaje.

Y de forma inversa, pero complementaria a esta hiperpersonalización del aprendizaje, se habla actualmente de la necesidad de que cada persona, independientemente de sus habilidades, capacidades, intereses y talentos; desarrolle competencias básicas respecto a dos vertientes que se muestran cada vez más relevantes en las sociedades actuales: competencias en comunicación y competencias digitales. Esto porque en el mundo actual no es analfabeta una persona que no haya desarrollado capacidades en lecto-escritura, sino que es analfabeta quien no pueda manejar herramientas digitales (analfabetas digitales) o quien no tenga competencias comunicativas (que incluyen la búsqueda de información, cómo contrastarla, cómo filtrarla, como producirla y cómo difundirla).

Aquí entramos en terreno escabroso, porque este tipo de alfabetizaciones requieren de dispositivos digitales para su aprendizaje e implementación, y esto implica que los gobiernos deben de tomar como una de sus prioridades el disminuir constante y eficientemente la brecha digital.

 

¿Qué tipo de sociedad queremos?

De esta forma se plantea una pregunta vital para cada país, sociedad y gobierno: ¿Qué tipo de sociedad queremos? Porque dependiendo de la respuesta se tomarán decisiones inherentes a la educación. Actualmente aún los sistemas educativos están basados en los modelos antiguos, en donde a pesar de la individualidad de cada persona, todos los niños y las niñas deben de aprender de la misma forma y las metodologías aplicadas son corresponden a un modelo económico enfocado en producir manos de obra, en desarrollar personas con mentalidades de empleado/a quienes ya tiene su camino socioeconómico predefinido: escuela, colegio, universidad, empleo y familia.

Esto contrasta con la educación 4.0 y el modelo de individuo (y por ende de sociedad) a la que aspira; individuos con pensamiento crítico, personas con compromiso social, con responsabilidad cívica, con consciencia cultural, con competencias en comunicación; diversas, inclinadas hacia la innovación, la creatividad, la exploración y la resolución de problemas, con iniciativa propia; con capacidades de liderazgo, que se apropian de los avances tecnológicos, que construyen e impactan su entorno, con autonomía, que creen en la cultura de colaboración y el intercambio de conocimientos.

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Tal vez usted que está leyendo piensa: “eso es mucho pedir”, y sí, actualmente sí es mucho pedir, pero es necesario porque la educación es la base de la transformación social, es la revolución más confiable; entonces sí, hay que decidir, invertir y pedirlo todo. Se trata de la formación de las personas y de la formación de las sociedades del futuro, en un ciclo constante porque están interrelacionadas.

 

Nuevos retos

Entonces, ¿A cuáles retos debemos de ponerles atención? Mencionamos ya algunos: la brecha digital, y aún más desafiante: el cambio en el paradigma y en la conceptualización que muchos gobiernos-países tienen del papel de la educación en la conformación de las sociedades futuras.

Otro reto, y al que nos enfrentamos hoy mismo, es la preparación del cuerpo docente, no solamente por el desface tecnológico-mediático que hay entre los docentes y sus estudiantes; sino, que los primeros deben de adecuar las metodologías a sus nuevos roles de guías y tutores, de científicos del aprendizaje, y eso implica antes cambiar su percepción de profesores como contenedores del conocimiento y transformar la relación (anteriormente unidireccional) que aplican con los y las estudiantes. A esto se suma la necesidad de entrelazar el aprendizaje formal con el informal, la transformación de los espacios de aprendizaje (el espacio físico en los centros educativos, si se trata de educación formal), y el hacer un balance-mezcla entre el desarrollo en habilidades tecnológicas y las llamadas “humanidades”.

Actualmente estamos entrando en la sociedad de la información, donde los datos están disponibles en cantidades inmanejables. La información (verificada o no, fundamentada o no, útil o no) es una moneda de cambio. La sociedad del conocimiento, por el contrario, se basa en que este último implica una elaboración y un procesamiento eficiente o provechoso de la información, hace hincapié en transformaciones culturales, económicas y sociales por medio del desarrollo y aplicación del conocimiento, nutriendo intercambios científicos, culturales y técnicos enfocados en un desarrollo real y sostenible; y para llegar allí debemos entonces plantearnos: ¿Qué tipo de educación queremos?..

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